Me recliné en mi silla, observando cuidadosamente la expresión de William Vance. El funcionario había presentado un itinerario detallado para nuestro viaje a Ciudad Shiglance, que comenzaría en tres días.
—¿Entonces estamos de acuerdo? —preguntó William, su voz autoritaria llenando mis modestos aposentos.
Asentí.
—Tres días. Eso debería darme tiempo suficiente para prepararme.
—Excelente. —Se levantó de su asiento, alisando sus túnicas oficiales—. Me encargaré de los documentos necesarios. El mando de la zona de batalla estará complacido.
Después de acompañarlo hasta la puerta, regresé a mi estudio y saqué la caja de jade que contenía la Medicina Divina. El Ginseng de Mil Años brillaba con una luz etérea, pulsando con energía antigua. Un tesoro tan raro merecía una consideración cuidadosa.