El rugido del motor era un telón de fondo sordo para mis pensamientos acelerados mientras el jet privado atravesaba las nubes. Conrad estaba sentado frente a mí, su rostro una máscara de tensa concentración mientras estudiaba textos antiguos en su tableta.
—Esto es un suicidio —murmuró por quinta vez desde el despegue—. El Valle del Demonio de Tierra no es solo peligroso... es una trampa mortal. Las formaciones por sí solas han llevado a hombres a la locura.
Ignoré sus advertencias, concentrándome en cambio en la furia ardiente en mi pecho. Las imágenes del cuerpo roto de Maia en la cama del hospital y el pensamiento de lo que Clara podría estar soportando ahora alimentaban mi determinación.
—Aterrizamos en treinta minutos —dije—. ¿Has encontrado algo útil sobre sus defensas?
Conrad suspiró profundamente.