Capitulo 2: Reiji Toga [2]

"Vamos, hermano Reiji."

La dulce voz de la niña resonó suavemente en la habitación, cargada de esa emoción pura e incontrolable que solo los niños pequeños pueden expresar sin vergüenza.

"Voy, Himiko-chan" Dijo Reiji fluidamente, siguiendo a su hermana que corría por la sala.

Himiko, con apenas tres años de edad, se movía con pasos torpes pero decididos sobre la alfombra mullida del salón. Su cabello rubio claro, algo despeinado y atado con una coleta mal hecha que colgaba de lado, rebotaba ligeramente con cada movimiento. Llevaba un vestido simple de algodón con dibujos de animalitos, manchado en un borde por jugo de manzana, y en sus manos sostenía un muñeco que arrastraba sin mucha preocupación.

"¡Te toca atraparla, Reiji!" Dijo Himiko, con una sonrisa amplia que dejaba ver varios dientes aún por crecer y una risa cristalina que parecía contagiar al propio aire. Su mano toco al pequeño, empezando a correr por la sala juguetonamente, detrás suyo Reiji trataba de perseguirla con una suave sonrisa. Disfrutaba tal cual como un niño la situación, incluso con una mente ya formada tras la reencarnación.

La madre, sentada en un sillón cercano mientras doblaba ropa pequeña, alzó la vista por un instante y observó la escena con ternura silenciosa. Apreciaba el momento, asegurándose de guardarlo en su memoria con el mismo cariño que sentía ahora.

Pero en medio de su carrera, uno de los pies de Reiji tropezó con el borde de la alfombra. Su cuerpo cayó hacia adelante con torpeza, golpeando la rodilla contra el suelo encerado que asomaba tras la alfombra. El golpe fue leve, pero un pequeño rasguño rojizo no tardó en dibujarse sobre la piel.

"¡Reiji!" Exclamó Himiko, deteniéndose en seco y girando rápidamente.

Reiji se sentó con calma sobre sus talones, observando su propia herida sin dramatismo. De hecho, mientras el leve ardor se desvanecía, un cambio sutil comenzó a notarse. El rasguño dejó de sangrar casi al instante, y en cuestión de segundos, los bordes de la herida se cerraron por sí solos, dejando apenas una mancha pálida sobre la rodilla.

'Sigo sorprendiéndome que mi Quirk en este mundo, sea la misma habilidad extraordinaria que en mi vida original me arrebato todo' 

Himiko lo notó y sus ojos se abrieron con asombro puro, aunque no era la primera vez que lo veía.

"¡Mira! ¡Tu herida ya no está!" Dijo con emoción, señalando con su dedo diminuto y una sonrisa que iluminaba todo su rostro.

La madre, aún desde su lugar, observó la escena con tranquilidad. No es que no le importara, más bien sabia como todo resultaría. Reiji había desbloqueado su Quirk al nacer, por lo que sabia perfectamente que no le había sucedido nada grave.

"Recuerda tener cuidado con la alfombra" Comentó con tono suave mientras volvía a su tarea.

"Si, mama" Respondió, limpiando su herida con su mano.

"¡Vamos a seguir jugando!" dijo Himiko, tomándolo de la mano y tirando de él con su energía inagotable.

Reiji la siguió en silencio, con una sonrisa ligera. Por un instante, se permitió disfrutar el momento por lo que era: un juego, una hermana feliz, una vida distinta... y un cuerpo que, incluso ahora, seguía aferrado a la vida con una fuerza que ya conocía demasiado bien.

***

'¡Gigantomachia! Es verdad, tengo que anotar eso en la libreta' Pensó mientras sus pequeños dedos se aferraban con fuerza al lápiz mordido que siempre guardaba junto al cuaderno. Lo abrió con rapidez, pasando páginas llenas de garabatos, apuntes y dibujos desordenados, hasta encontrar una hoja en blanco. Escribió el nombre con letras grandes, mal formadas, como si temiera olvidarlo de nuevo.

Sabia perfectamente que este no era el mundo que vivió en su primera vida, algo obvio considerando que la habilidad tan especial de su vida pasada, aquí era solo uno más de tantos. Para los médicos, solo era un Quirk pasivo, de tipo regenerativo. Uno medianamente débil, incluso.

Después de anotar con preciso detalle, todo lo que pudo recordar. Cerro suavemente el cuaderno, viendo el titulo que este tenia en su tapa.

'Sucesos de Boku no hero'

La prueba irrefutable de que no era su mundo, era la presencia de un símbolo de la paz, All Might. Un héroe legendario de una historia de ficción que leyó antes de que toda su tortura empezara, el científico que dono a su propio hijo a la ciencia, dejo que disfrutara su niñez antes de llevarlo a una vida de sufrimiento.

Eran recuerdos fragmentados de grandes historias: Naruto, Dragon Ball, Fairy Tail, y muchas más… Entre ellas, Boku no Hero. No era su favorita, ni la que más lo emocionaba, pero al tener un factor regenerativo en su vida anterior, no pudo evitar sentirse reflejado, aunque fuera de forma vaga, en este mundo y sus personajes.

Ahora, todo eso era real. El calor de esta casa, el aroma del arroz recién hecho, la voz firme pero amable de su padre al llegar del trabajo, y los abrazos torpes, pero constantes, de su madre cuando creía que no los necesitaba. Himiko dormida en la cama de al lado, iluminada por la ligera luz que entraba por la ventana, la misma que le permitía escribir en la oscuridad.

'¿Cómo todo esto se rompió?' Pensó, observando a su hermana. La niña que en los libros y las pantallas del pasado estaba destinada a cubrirse las manos de sangre, a vivir entre las sombras, adorando la muerte y el caos.

Pero ahora, Himiko era solo una niña pequeña. Una hermana ruidosa, intensa y torpe, que reía sin razón y lloraba por tonterías. Aún no había sombra en su mirada, ni una chispa de oscuridad en su alma.

'¿Puedo cambiar eso?' Se preguntó en silencio. No lo sabía. No podía tener la arrogancia de creer que, solo por estar aquí, podía salvarla del destino que conocía. Pero... podía intentarlo. Al menos eso. Podía estar ahí para ella. Podía guiarla con sus acciones.

Un recuerdo surgió de la profundidad de su conciencia. El último momento con su padre anterior, justo antes de cerrar los ojos para siempre.

"Aunque el mundo no lo sepa, tú eres un héroe para toda la humanidad..."

Sus dedos se crisparon levemente sobre la tapa del cuaderno. No sabía por qué había recordado justo eso. Quizás porque aún dolía. O tal vez, porque parte de él necesitaba darle un nuevo significado.

Un héroe, todavía se preguntaba si eso era realmente así. Aquí, en este nuevo mundo, el significado de eso era completamente diferente. No significa sacrificarse forzadamente, por el bien de todo el mundo. No significaba robarle la inocencia a un pequeño niño, solo por tener una gran cualidad. No significa que tu padre, el mismo que te había dado la vida, decidiera por ti, lo que tendrías que hacer con esta.

'Tal vez, no sea un verdadero héroe para mi otro mundo. Pero puedo ser el tuyo... ¿No, Himiko-chan?'

Era extraño. En su otra vida, nunca había tenido miedo de morir. Ahora, tenía miedo de que ella terminara perdiéndose. De que ese brillo en sus ojos se apagara. De que esta noche tranquila fuera solo un recuerdo más, como tantos otros que se le escapaban de las manos en su memoria.

Apretó con más fuerza el cuaderno contra su pecho. No tenía respuestas aún. No sabía qué pasos seguiría, ni siquiera si tenía derecho a decidir sobre nada. Pero esa noche... esa noche juró algo en silencio, sin necesidad de palabras rimbombantes ni juramentos en voz alta.

Mientras ella durmiera tranquila. Mientras siguiera sonriendo sin mancharse las manos. Mientras pudiera reír, gritar, llorar por cosas sin sentido. Él estaría allí.

No como un héroe para el mundo.

Sino como el hermano que ella necesitaba.

Ser la misma figura, que el tanto deseo en su anterior vida. Una que lo protegiera contra las atrocidades que le hacían día a día, sin importarle si es que lo que le hacían era para bien, sin importarle que cada suceso hecho sobre su cuerpo fuera con un propósito aun mayor. Que su única misión, hubiera sido su propio bien estar... Un apoyo, que velara por él para bien suyo y nada más.

Eso es lo que Reiji juro ser para Himiko, un verdadero héroe para la pequeña figura que dormía tranquilamente a su lado.

***

Reiji comía con tranquilidad, sentado entre su madre y su padre en la mesa del comedor, mientras a su lado Himiko revolvía su arroz con la torpeza de una niña más interesada en las voces del televisor que en la comida frente a ella.

"Un nuevo ataque en la zona de Musutafu ocurrió esta mañana, dejando tres civiles heridos. Las autoridades reportan que el responsable fue un joven de 16 años cuyo Quirk generaba ondas sónicas incontrolables cuando sufría ansiedad. Según informes preliminares, el chico fue reducido por héroes locales y ahora permanece bajo custodia para evaluación psiquiátrica."

Las imágenes mostraban una zona acordonada, cristales rotos, ambulancias, y un grupo de héroes menores que daban declaraciones ante la prensa. El rostro del joven estaba difuminado, pero Reiji pudo notar las esposas de contención de Quirk que le apretaban los brazos.

"Otro villano más..." Murmuró su padre, con un tono cansado, antes de llevarse un bocado de arroz a la boca. Su madre el otro lado de la mesa, suspiro pesadamente con un leve asentimiento.

Reiji tragó lentamente lo que tenía entre los dientes, sin apartar la mirada de la pantalla.

Villano.

Un término que se usaba como sentencia. Ya no era un joven con problemas. No era una víctima del descontrol, del miedo, del entorno. Era un villano.

'Héroes y villanos. Blanco o negro. No hay más matices, ¿cierto?' Pensó, apretando los dedos contra la base del tazón. 

A su lado, Himiko dejó caer la cuchara al suelo con un pequeño golpe metálico. Miraba la televisión con los ojos muy abiertos. Reiji no necesitó mirar para saber lo que estaba pensando. A esa edad, las cosas se absorben como esponjas. Las etiquetas se pegan con facilidad.

"¿Ese niño es malo?" Preguntó la pequeña con voz insegura. Su mirada fija en la mayor a su lado, expectante a que se resuelva su duda interior.

Su madre se inclinó y le acarició el cabello con una sonrisa forzada. "No lo sabemos, hija. Solo que hizo algo peligroso."

'No lo sabemos. Peligroso. No malo'

Las palabras resonaron en Reiji, sabiendo lo que podía provocar en la pequeña niña a su lado, la cual asintió como si acabara de comprender algo nuevo sobre el mundo.

Él mismo pudo haber sido influenciado por esas palabras, después de todo, solo tenia poco más de un año. Aun así, su mentalidad claramente no estaba a la par.

"Himiko-chan" Susurró, girándose hacia ella. "¿Crees que alguien que lastima a otros sin querer... puede volverse bueno?"

La niña lo miró confundida, sin entender del todo.

"Si le das un abrazo, sí" respondió, y volvió a inclinarse para recuperar su cuchara del suelo.

La inocencia de su respuesta lo atravesó con una claridad punzante. Ese chico... había cometido un error, sí. Pero probablemente ese error lo marcaría para siempre. Lo aislarían, lo señalarían, y lo condenarían a vivir como un monstruo, no por lo que era, sino por un momento de debilidad.

Si tan solo algunas cosas pudieran perdonarse con la lógica de un niño, todo sería más sencillo. Pero los adultos solían despreciar ese tipo de pensamientos, tildándolos de ingenuos, cuando quizá eran ellos los que necesitaban pensar mejor antes de juzgar.

No negaba que había personas irremediablemente perdidas. Almas corroídas por el odio o el dolor. Pero... ¿qué ocurría con quienes fueron condenados por un solo error? Esa caída no era enteramente su culpa. Era también el fracaso de aquellos que, en vez de tenderles una mano, les dieron la espalda cuando más necesitaban apoyo.

'Las pequeñas acciones son las más importantes. Irónicamente, también son las que más se olvidan de hacer.'