MU CHEN Y UN GU

Hace varios años…

La noche era densa, cargada de humedad espiritual. El viento arrastraba hojas secas por el claro oculto entre los árboles del extremo oriental del clan Li. No era un lugar donde nadie pasara, y precisamente por eso, Li Yue estaba ahí.

Frente a ella, bajo la luz tenue de una lámpara espiritual, se alzaba una figura encapuchada.Su capa negra se fundía con la oscuridad, y solo su voz ronca rompía el silencio.

—Señorita Yue… si me llamaste hasta aquí, imagino que estás dispuesta a hacer un trato conmigo, ¿verdad?

Li Yue no vaciló. Sus ojos, aún bellos pero endurecidos por la envidia, se fijaron en el extraño sin titubear.

—Sí. Mu Chen… quiero algo que me ayude con mi problema. Quiero que Li Li deje de ser tan querida por el hermano Duan.

Su voz estaba cargada de una frustración silenciosa.No era un arrebato.Era algo que venía fermentando desde hacía tiempo.

Mu Chen dejó escapar una risa baja, como un susurro sin alma.

—Ah… celos entre hermanas. Un clásico.Pero lo que tú quieres no es simplemente que deje de gustarle.Tú quieres quebrarla desde dentro.

Li Yue no respondió. Pero su mirada lo confirmó todo.

Mu Chen alzó una mano. De su anillo espacial emergió una pequeña caja tallada en piedra oscura, cubierta con runas de origen desconocido. Al abrirla, una criatura reptante y verde, como una mezcla entre insecto y parásito, se revolvió suavemente en su interior.

—Este es un Gu de alma latente —explicó—. No mata. No deja huella. Pero una vez dentro del cuerpo, su presencia afecta los flujos del espíritu, las emociones, la voluntad.

La criatura flotó levemente en el aire, suspendida por la energía de Mu Chen.

—Haz que se lo trague. Puedes ocultarlo en comida o bebida. Una vez que esté dentro… podrás activarlo cuando lo desees. Hasta entonces, dormirá.

Li Yue lo observó en silencio.La criatura era repulsiva.Pero su promesa… era tentadora.

Mu Chen guardó el Gu de nuevo y añadió:

—A cambio, vendrás cada noche durante un año a este mismo lugar. Te enseñaré técnicas prohibidas. Venenos, sellos, formación de palabras.Te convertiré en algo que el clan nunca esperó que fueras.

Li Yue bajó ligeramente la cabeza.

—Gracias, Mu Chen.

Él asintió lentamente.

—Vuelve mañana. La transformación apenas comienza.

Y con eso, desapareció entre la bruma.

Así pasaron los días.

Cada noche, Li Yue regresaba.Y cada noche, aprendía algo nuevo.

Al principio, eran cosas pequeñas: manipular el tono de voz, controlar el aliento espiritual, disimular la hostilidad en las palabras.Pero con el tiempo, las lecciones se volvieron más oscuras.Cómo distorsionar la percepción.Cómo plantar inseguridad.Cómo alimentar el miedo.

Mu Chen la moldeaba, paso a paso.Y ella se dejaba moldear.

A los dos meses, Li Yue creyó que había llegado el momento.

Había preparado un pastel de loto, simple y delicado, como los que Li Li solía amar desde pequeñas.Dulce, esponjoso, aromático.Y dentro…el Gu.

No se movía. No brillaba. No tenía olor.

Li Yue lo colocó cuidadosamente en el centro del pastel antes de sellarlo con una capa de crema espiritual.Una obra perfecta.

Aquella tarde, caminó hasta la residencia de Li Li con la canasta en las manos. Sonrió cuando la vio salir al jardín.

—¿Para mí? —preguntó Li Li con una sonrisa sincera.

—Claro. Pensé en ti.

Li Li aceptó el regalo sin sospechas.Cortó un pedazo y lo comió con gusto.

—Sabe como los de antes… Gracias, hermana.

Li Yue asintió en silencio.

No sintió culpa.Solo una punzada de anticipación.

El Gu estaba dentro. Dormido.Esperando.

Pero no lo activó.

No aún.

No era el momento.

Pasaron los días.Y Li Li seguía como siempre.Sonriendo. Hablando. Cultivando.

Por dentro, el Gu aguardaba.

Li Yue regresaba cada noche con Mu Chen, y con cada técnica aprendida, su rostro se volvía más firme.Más vacío.

Más preparado para el día en que lo activaría.

Porque ella no quería que Li Li desapareciera.Quería verla caer lentamente.Quería que Li Duan la rechazara por sí mismo.Quería ver cómo ella se quebraba con su propio reflejo.

Y ese día llegaría.Solo faltaba el momento perfecto.

El veneno ya estaba en su lugar.

Solo faltaba…una orden.