LI LI HERIDA

La ciudad de la Luna Caída comenzaba a calmarse mientras los rayos dorados del atardecer se deslizaban entre los tejados. Los ecos del caos anterior se disipaban, pero en el corazón de Ling Tian, ​​algo nuevo florecía: admiración.

No era la primera vez que veía a su madre luchar, pero jamás la había visto hacerlo así.

La forma en que enfrentó la injusticia. La manera en que protegió sin dudar. La rabia con la que había cortado el aire por él.

Para Ling Tian, ​​​​ese instante lo marcó más que mil palabras. En su interior, algo había cambiado. Una chispa de respeto… pero también una sombra.

Su odio hacia los traficantes, hacia quienes usan a los débiles para enriquecerse, creció como fuego en leña seca.

—Hijo, ¿te pasó algo? —preguntó Li Li, agachándose frente a él con una mirada ansiosa. Su voz sonaba tierna, pero el aura espiritual que aún la envolvía mostraba que no había bajado la guardia del todo.

Ling Tian alzó la mirada. Sus labios se abrieron un instante, pero no dijo nada. Luego ascendió.

—Estoy bien.

—Madre, ¿estás bien? —interrumpió Li Tian, ​​​​acercándose con rapidez al ver una mancha tenue de sangre seca en la manga de su madre adoptiva.

Li Li le dirigió una sonrisa cansada, pero cálida.

—No te preocupes, pequeño Tian. Estoy bien.

Li Tian luego miró a su primo con una sonrisa amplia, genuina, sin segundas intenciones.

—Hermano… ¿tú también estás bien?

Pero esas palabras, aunque inocentes, fueron como una espina en el pecho de Ling Tian.

Hermano. La palabra resonó en su cabeza.

Él no quería escucharla. No de Li Tian.No después de sentir que su madre había corrido primero hacia él.

Apretó los labios con fuerza, intentando ocultar la expresión de molestia que cruzó su rostro. Pero fue demasiado tarde: Li Li lo notó.

Sin decir nada, pasó una mano por su cabeza y susurró:

—Vamos a casa. Ya ha sido suficiente por hoy.

El camino de regreso fue silencioso, solo roto por el sonido de las sandalias sobre las piedras del sendero. Los árboles al borde del camino danzaban suavemente con la brisa del anochecer. La ciudad empezaba a calmarse tras el incidente. Prohibición de conversaciones. Las calles se llenaban de nuevo. Pero para los tres, el mundo seguía envuelto en un extraño silencio interior.

Al llegar al portón del Clan Li, los guardias los observaron detenidamente.

Uno de ellos se acercó, reconociendo a Li Li de inmediato. Aunque no pertenecía a los ancianos más poderosos, su estatus como descendiente directo del linaje secundario y su belleza notoria la hacían reconocida.

—Señorita Li Li —saludó uno con cortesía—. ¿Hubo problemas en la ciudad?

Li Li se limitó a negar con la cabeza.

—Todo bajo control.

Los guardias hicieron a un lado las lanzas ceremoniales y les permitieron el paso. Li Tian miró de reojo a uno de ellos, preguntándose si lo reconocían. Aunque ahora vivía con Li Li, seguía siendo oficialmente hijo de Li Yue, cuyo nombre todavía pesaba en el clan por sus crímenes.

Aun así, nadie dijo nada.

Cruzaron el patio central de la residencia.

El Clan Li no era solo una casa: era una ciudadela fortificada, con torres, patios de cultivo, pabellones para técnicas, templos para ancestros, y hogares para las familias que componían sus distintas ramas.

La casa de Li Li, aunque no era ostentosa, estaba ubicada en una zona tranquila, rodeada de jardines de flores medicinales y árboles de jade espiritual. Un lugar perfecto para recuperar la paz.

—Aquí estamos —dijo Li Li al detenerse frente a la puerta de madera blanca.

Entraron, y el ambiente acogedor del lugar los abrazó de inmediato. Los ventanales filtraban la luz de la luna, y el aroma del incienso medicinal llenaba el aire.

—Vayan a descansar —indicó Li Li—. Mañana retomaremos el entrenamiento.

Li Tian asintió con una sonrisa.

Ling Tian se limitó a hacer una leve reverencia antes de caminar directo a su habitación, cerrando la puerta sin decir nada más.

Mañana sería otro día.

En otra parte de la casa, Li Li se quedó unos segundos más en la sala, observando la luna desde el marco de la ventana.

—Los dos están creciendo —murmuró—. Uno con determinación, el otro con heridas que aún no entiende…

La noche avanzaba lentamente. Pero la paz solo sería temporal.

La luna subía lentamente, lanzando su luz plateada sobre los tejados del Clan Li como si vigilara en silencio a cada uno de sus descendientes. Mientras muchos descansaban, otros meditaban en la calma de la noche. La residencia de Li Li, normalmente tranquila, guardaba un silencio denso. Casi... inquietante.

Li Li, sentada en su habitación, cruzó las piernas y cerró los ojos.

Sus pensamientos aún daban vueltas.La pelea.Chen Feng.El peligro que sufrió Ling Tian.

Pero sobre todo… la espada.

El arma espiritual que había invocado, de nivel 2 – normal, la había ayudado a aniquilar a sus enemigos con contundencia. Pero el precio ahora se manifestaba lentamente, como un veneno dormido.

Sintió un calambre súbito en el pecho. Luego, una punzada. Y después, el latido acelerado del corazón que no era producto de meditación… sino de sobrecarga.

“Demasiado pronto…”, pensó.

Intentó continuar la circulación del qi en su cuerpo, pero la energía no fluía como antes. Cada vez que intentaba canalizarla por los meridianos centrales, era como intentar pasar un río por una cuerda tensa.

—¡Khff! —tosió, y su cuerpo se sacudió.

Una línea de sangre se escapó de sus labios.

Abrió los ojos con dolor y llevó una mano al pecho. El temblor era evidente.

—Maldita mar… —susurró, con voz rasposa.

Se sostuvo el abdomen con una mano, y su espalda apoyada en la pared buscó estabilidad. Su rostro, que siempre transmitía fuerza y ​​​​equilibrio, ahora estaba cubierto por un fino sudor frío.

 Reglas del cultivo: las consecuencias del desequilibrio

En el mundo del cultivo, cada objeto con poder—ya sea arma, píldora, talismán o tesoro—está regido por una jerarquía de niveles del 1 al 10, subdivididos en tres categorías internas:

Basura (etapas 1 a 3 del reino asociado)

Normal (etapas 4 a 6)

Máximo (etapas 7 a 9)

Usar un objeto por encima del propio reino tiene consecuencias:

Píldoras: La energía contenida excede la capacidad del cuerpo. Resultado: explosión o daño interno severo.

Talismanes: Consumen más qi del que el usuario puede aportar. Provocan colapsos de cultivo o drenaje extremo.

Armas: Requieren armonía entre cuerpo, qi y mente. Si el cuerpo es débil, el daño recae en órganos vitales.

La espada que Li Li usó era demasiado poderosa para alguien en la tercera etapa de Refinamiento Corporal.

Por eso, su cuerpo comenzaba a colapsar.

En otra habitación, Li Tian miraba el techo de madera con las manos entrelazadas sobre el abdomen. No podía dormir.

A pesar de que lo salvó, de que estaba en casa, de que había terminado todo… algo en su interior le decía que no estaba bien.

“Siento un malestar extraño… como si algo estuviera fuera de lugar”.

Se levantó lentamente, descalzo y caminó en silencio por el pasillo.

La puerta de la habitación de Li Li estaba cerrada, pero una rendija dejaba escapar una luz tenue. Se acercó sin hacer ruido, apoyando la oreja en la madera. No escuché nada.

—¿Madre...? —susurró.

Silencio.

Iba a tocar la puerta, pero se detuvo.

Sabía que Li Li meditaba con regularidad. Interrumpir su cultivo podría ser riesgoso. Aun así, el mal presentimiento persistía, como un aguijón invisible clavado en su nuca.

Volvió a su habitación, pero no se recostó.Se sentó a meditar.Intentó canalizar su preocupación en forma de energía.Intentó entender.

Dentro, Li Li limpiaba la sangre con un paño de lino. Apretó los dientes, frustrado.

—Tonto error... por impulso.

Y sin embargo, no se arrepentía.

Si lo volviera a vivir, lo haría de nuevo.

—Salvar a mis hijos vale cualquier precio —susurró.

Se recostó lentamente, cerrando los ojos. Su respiración era débil pero estable. Solo necesitaba un día… tal vez dos. Y algo de medicina espiritual para estabilizar sus órganos.

Mañana, fingiría normalidad. Como siempre lo hacía.

En ese mismo instante, Ling Tian estaba en su habitación con los ojos abiertos. Acostado boca arriba, miraba la luna por la rendija de su ventana.

No podía dejar de pensar en Li Tian.

En cómo su madre se había lanzado primero por él.

Y cómo Li Tian siempre tuvo una lista de sonrisas, una respuesta correcta. Era imposible odiarlo por lo que decía… pero lo odiaba igual. Por lo que era. Por lo que representaba. Por lo que temía que se convertiera.

“No soy menos que él.”

“Yo también quiero proteger a una madre”.

Un pensamiento más oscuro pasó por su mente, pero lo ahogó con un suspiro. Luego cerró los ojos, esperando el día siguiente, donde podría demostrarle a todos que él también podía crecer.

La casa quedó en silencio. Solo se escuchaba el canto lejano de los grillos y el leve susurro del viento entre las hojas.

La luna se alzaba más alto.

Y desde fuera de la residencia, algo más se acercaba.

a luna flotaba alta en el firmamento, tan redonda como un ojo celestial observando la tierra en silencio. Sus rayos plateados caían sobre los tejados curvos del Clan Li, cubiertos de tejas verdes bruñidas, haciendo que toda la residencia brillara como si estuviera envuelta en una tenue neblina sagrada.

En ese silencio casi divino, una sombra se deslizó entre los muros laterales de la residencia.

Pequeña.Ligera.Ágil.

Sus pasos no hacían ruido. Su figura se ocultaba entre los arbustos, las columnas, las sombras proyectadas por los faroles de energía espiritual que iluminaban los pasillos internos. Era como si el viento la llevara de un rincón a otro.

Se movía con una habilidad que ningún niño debería tener. Pero ella no era una niña común.

Yuan'er.

La misma pequeña que horas atrás Li Tian se encontró en el callejón, cubierta de harapos, con ojos tan grandes como lunas, llenos de curiosidad… y miedo.

Nadie la vio salir del callejón. Nadie la siguió. Nadie notó su ausencia. Porque esa niña había vivido entre la invisibilidad durante tanto tiempo…que ahora se movía como una con ella.

Había esperado en un tejado cercano hasta que la noche envolviera completamente la ciudad.Había observado la casa de Li Li desde lejos.Había visto entrar a Li Tian. Había memorizado su ritmo, su manera de caminar, el leve desvío de su pierna derecha.Había esperado.Y ahora… estaba dentro.

Mientras se deslizaba por el pasillo lateral, sus ojos se fijaban en los detalles:

Tres ventanas abiertas.

Dos faroles aún encendidos.

Un jardín interior donde crecían flores de nieve espirituales.

Un balcón donde aún colgaban las túnicas blancas que Li Li había regalado a los niños.

Todo era información. Todo servía.

Se detuvo en seco al escuchar un leve movimiento tras una de las puertas. Sus ojos se entrecerraron.

“No debo ser visto.”

Giró y se pegó a la pared. Una figura cruzó un pasillo cercano: era Li Tian, ​​caminando lentamente hacia su habitación.

Por un momento, sus ojos se encontraron.

No directamente. Li Tian miró hacia el jardín, sintiendo que algo estaba fuera de lugar, pero no vio nada.

Yuan'er se había ocultado tras una columna, tan rápido como un susurro.

Cuando estuvo seguro de que él se había ido, se dejó caer suavemente sobre una de las ramas gruesas del árbol de jade cercano. Desde ahí, pudo ver parte de la habitación de Li Tian.

No dije nada

Solo… observado.

En la mente de Yuan'er, las palabras de Li Tian horas atrás todavía resonaban:

—Espero que la próxima vez que venga a la ciudad… pueda volver a verte.

Nadie nunca le había dicho algo así. Nadie esperaba verla dos veces. Para la ciudad… ella no existía. Era una pieza de fondo. Un elemento entre los callejones.

Pero él la había visto. Y más importante aún… no la había mirado con lástima, ni miedo, ni desprecio.

Por eso lo había seguido.

Y por eso estaba aquí.

Pasó un rato.

Yuan'er se movió hacia el tejado. Desde allí podía ver el cielo entero, sin obstrucciones.

Sus ojos azules reflejaban la luna como un espejo.

—Así que… este es el lugar —susurró en voz muy baja—. El Clan Li.

Había oído historias. Incluso en los rincones más oscuros de la ciudad, el nombre del Clan Li se pronunciaba con reverencia o temor. Una familia de poderosos cultivadores, con sangre ancestral y herencia espiritual.

Pero a ella no le impresionaba.

Porque desde pequeña, había sentido que ella no pertenecía al suelo.Ni al hambre.Ni al silencio.Ni a la miseria.

Y si el destino le había puesto en el camino a ese chico de túnica blanca y sonrisa honesta, entonces algo estaba por empezar.

Dentro de la casa, Li Tian se removía en su cama.

Soñaba.

Pero no con bestias, ni batallas, ni su pasado. Soñaba con una niña de ojos azules, cubierta de hojas, mirándolo entre las sombras de un callejón. Y por alguna razón, en el sueño, esa mirada lo atravesaba.

Se despertó con un nivel sobresalto. Miró por la ventana.

La luna lo saludaba.

—Qué extraño sueño…

Yuan'er bajó silenciosamente del tejado y volvió a moverse entre las sombras.

No entró.No tocó puertas.No habló.

Solo se quedó un rato más, observando desde la distancia.

Y luego… desapareció por donde había venido, como si la noche la hubiera reclamado de nuevo.

En su habitación, Li Li dormía con dificultad, su rostro pálido aún, pero con la respiración más estable.

En otra habitación, Ling Tian también dormía. Y por primera vez en semanas, no soñaba con sombras ni rivalidad. Solo con una espada. Y su deseo de algún día… alcanzar a su madre.

Yuan'er corría entre los tejados más bajos de la ciudad.

Con una sonrisa leve. Con una decisión firme. Con una idea imposible que comenzaba a germinar:

“Algún día, caminaré a su lado… no como una sombra, sino como alguien que también puede brillar.”