La brisa matinal aún recorría los jardines del Clan Li, pero ya no traía el mismo peso. Después de todo lo ocurrido con Li Kang, el ambiente había quedado suspendido, como si los mismos árboles escucharan en silencio lo que estaba por venir.
Yuan'er, que hasta ese momento había mantenido una expresión seria y decidida, miró a Li Tian de reojo. Sus labios temblaron apenas, como si dudara en hablar. Pero al final, no pude guardarse la pregunta.
—Hermano Tian… ¿es cierto lo que dijo él?
Su voz fue baja, casi como un susurro, sin rastro de acusación. Era curiosidad pura. Una chispa genuina que nacía del deseo de entender.
Aunque había defendido a Li Tian con toda su fuerza, en el fondo había una parte de ella que pensaba que Li Kang simplemente mentía para molestar. Pero ahora… necesitaba saberlo por él.
Li Tian detuvo el paso. Se quedó quieto bajo la sombra de un árbol de hojas doradas, y por un momento pareció que sus pensamientos viajaban lejos.
No hubo enojo en su rostro. Ni tristeza. Solo una serenidad melancólica que no era propia de un niño.
—Sí —respondió con calma—. Mi madre se llamaba Li Yue. Y era una cultivadora demoníaca.
Las palabras flotaron entre ellos como hojas cayendo en silencio.
Yuan'er quedó inmóvil. No porque tuviera miedo, sino porque no entendía del todo lo que significaba eso. Había escuchado historias, rumores en las calles, cuentos de viejos sobre sectas oscuras y técnicas prohibidas… pero nunca había conocido a alguien ligado a ese mundo. Hasta ahora.
Aun así, no retrocedió.
Li Tian notó su expresión confundida y decidió hablar, no para justificarse, sino para explicarle el mundo con el que ahora debía convivir.
—Mi madre no fue buena… pero tampoco fue cruel conmigo. Me crió durante un tiempo, hasta que su forma de vivir la alcanzó. Al final… la mataron por lo que era.
Yuan'er bajó la cabeza. No por vergüenza, sino por respeto.
—¿Te duele hablar de ella?
—No tanto como antes —respondió Li Tian—. Li Li me adoptó y me enseñó lo que es vivir con justicia, con dignidad. Pero no puedo negar de dónde vengo. Solo puedo decidir adónde voy.
Yuan'er lo miró. Sus ojos grandes y transparentes reflejaban admiración. Había algo en Li Tian que no podía explicarse con palabras. Era fuerte, pero no violento. Sabio, pero no arrogante. Y más importante aún… era sincero.
—Entonces… ¿no te molesta que lo sepa? —preguntó.
Li Tian negó con la cabeza.
—No me molestes que vos lo sepas. Confío en que nunca usarías eso contra mí. Y además… —le dedicó una pequeña sonrisa—. No somos nuestros padres. Somos lo que decidimos hacer con lo que nos tocó.
Yuan'er sintió que esa frase le hablaba también a ella. Porque si ser hija de una cultivadora demoníaca no definiría a Li Tian, entonces… ser una niña de la calle tampoco definiría lo que ella podía llegar a ser.
Con un ligero movimiento de cabeza, aceptó la respuesta.
—Gracias por decírmelo, hermano Tian.
—Gracias por preguntarlo —respondió él—. La mayoría solo murmura o me mira de reojo. Pero vos... me hablaste de frente.
Hubo un breve silencio, esta vez más ligero. Como una pausa natural entre dos amigos que ya no tienen nada que ocultar.
Li Tian estiró un brazo y señaló hacia un camino bordeado por linternas de piedra.
—Vamos. Todavía no te mostré la zona de los estanques ni la biblioteca de los discípulos.
—Hay una biblioteca? —preguntó Yuan'er, sorprendida.
-Si. No es muy grande, pero tiene manuales básicos, registros del clan y una sala de meditación. Aunque todavía no tengo acceso, podemos ir a mirar desde afuera.
Yuan'er se acercó con entusiasmo. Ya no sentí el peso de la conversación anterior. En su corazón, lo que Li Tian había compartido no la alejaba de él… al contrario, la acercaba aún más.
Caminaron juntos, bajando por un sendero empedrado. A su paso, algunos discípulos del Clan Li los miraban. Algunos solo observaban con curiosidad. Otros murmuraban. Pero Yuan'er ya no se escondía. Iba con la espalda recta, siguiendo a quien se había vuelto su hermano por elección.
El recorrido continuó por los pabellones antiguos, hasta una glorieta de madera donde se escuchaba el suave murmullo del agua.
—Ese es el Estanque de las Sombras —explicó Li Tian—. Dicen que en los días nublados, uno puede ver el reflejo de su verdadero yo en su superficie.
—¿Y tú lo viste?
Li Tian sonrió.
—Talvez. Pero prefiero pensar que el reflejo que vale es el que ves cuando alguien confía en vos.
Yuan'er se quedó en silencio. Era un pensamiento extraño… pero hermoso.
El día seguía su curso, y aunque los desafíos del clan apenas comenzaban, por ahora… era suficiente con aprender, caminar, y no estar sola.
Mientras caminaban juntos por los senderos tranquilos del Clan Li, el silencio entre Yuan'er y Li Tian se había vuelto cómodo. No era de esos silencios incómodos llenos de dudas, sino uno tibio, como una manta sobre el alma. Cada paso era más ligero, cada mirada compartida más familiar.
Y sin embargo, en medio de esa calma, Yuan'er detuvo su andar.
Li Tian la miró, curioso.
Ella tenía los labios apretados, como si llevara rato guardando algo. Sus manos se apretaban una contra la otra, insegura. Y al final, no pudo contenerse más.
—Hermano Tian… —dijo con una voz suave— ¿eres malo?
La pregunta cayó como una gota de agua en un estanque tranquilo. No era una acusación. No había miedo en sus ojos. Solo… una duda sincera, nacida del mundo confuso que había descubierto ese día.
Li Tian se detuvo. Por un instante, la pregunta lo descolocó. ¿Él? ¿Malo?
Levantó una ceja, sin mostrar molestia, solo curiosidad genuina. Su tono fue ligero cuando respondió:
—No, en absoluto.
Yuan'er lo miró de cerca. No con sospecha, sino con atención. Estaba observando algo más allá de las palabras. Algo que había aprendido a leer viviendo en la calle: la verdad detrás del tono, el peso en la mirada, el vacío en una sonrisa falsa.
Pero en Li Tian… no encontró nada de eso.
Lo único que vio fue seguridad tranquila, firmeza sin dureza. Lo decía como quien sabe quién es, incluso si el mundo aún no lo acepta.
Y entonces, sonrió.
—Está bien… —dijo—. Solo quería asegurarme.
Li Tian inclinó ligeramente la cabeza, con una pequeña sonrisa burlona.
—Acaso pensabas que tenía cara de villano?
Yuan'er soltó una risa breve. Una risa real.
—No… pero es que dijiste que tu madre era una cultivadora demoniaca. En las historias, los hijos siempre se vuelven como sus padres.
Li Tian se encogió de hombros.
—Eso pasa… en las historias. Pero esto es la vida. Acá, uno elige. Aunque cueste.
Yuan'er se quedó pensando. Ella también había escuchado esas historias: el hijo del asesino, la hija de la bruja, el heredero del mal. Siempre terminaban igual. Siempre estaba escrita en su sangre.
Pero entonces, miró a Li Tian otra vez, y supo que la suya era una historia distinta.
—Yo no creo que sea malo —dijo, como si confirmara un veredicto importante.
Li Tian rió suavemente.
—Me alegra escucharlo, jueza Yuan'er.
Ella volvió a reír, más confiada ahora.
El sol ya comenzaba a bajar ligeramente, proyectando sombras más alargadas entre los árboles del jardín. Algunos discípulos se entrenaban a lo lejos, otros ya se dirigieron a los pabellones interiores. El día había sido largo, intenso… y suficiente por ahora.
Li Tian estiró un brazo hacia el sendero de regreso.
—Vamos. Creo que Li Li se preocupará si tardamos más. Además, seguro quiere empezar con tus primeras lecciones mañana temprano.
Yuan'er ascendió. Por un momento, miró hacia el cielo. El color azul comenzaba a teñirse de naranja suave. Era un atardecer tranquilo. Hermoso. Algo que no había podido muchas veces en su vida… porque nunca había tenido tiempo para detenerse.
Pero ahora sí.
Y eso, para ella, era todo un regalo.
Caminaron juntos de regreso por el camino de piedra. No se dijo mucho más. No hacía falta.
Cada paso hacia la casa de Li Li era también un paso hacia algo nuevo: un lugar donde no tenía que robar, esconderse o temer. Un lugar donde alguien le decía “hermana” con una sonrisa sincera.
Un hogar.
El camino de regreso fue tranquilo. Yuan'er caminaba a paso firme, siguiendo a Li Tian con la confianza de quien por fin había encontrado un norte. La luz del atardecer teñía las tejas curvas de la residencia con tonos ámbar, y una suave brisa traía consigo el aroma de los pinos que rodeaban el complejo.
Para Yuan'er, este paseo de vuelta era una confirmación silenciosa: pertenecía allí. O al menos, estaba empezando a hacerlo.
Li Tian subió los escalones de la entrada con calma. Extendió la mano hacia la puerta y la abrió como lo hacía cada día… sin imaginar lo que le esperaba del otro lado.
El interior estaba silencioso. La luz de una lámpara colgante iluminaba suavemente la sala principal. Y justo al cruzar el umbral, su mirada se encontró con una figura que no esperaba ver tan pronto.
Un hombre de túnica verde esmeralda se encontraba de pie, de espaldas a la puerta. El personaje 李 brillaba bordado con hilo dorado en el centro de su espalda: el emblema del Clan Li.
El desconocido tenía el cabello largo, de un marrón oscuro casi negro, recogido con una cinta de jade. Su postura era recta como una lanza, y su silueta exudaba dignidad sin necesidad de palabras. Su barba, larga y bien cuidada, caía hasta el pecho. Tenía la piel clara, y cuando giró ligeramente el rostro, sus ojos verdes como hojas profundas se posaron sobre Li Tian.
Era un hombre que no necesitaba levantar la voz para ser escuchada.
Y junto a él, sentada con expresión seria, estaba Li Li.
Li Tian se quedó tranquilo por un instante.
Conocía a ese hombre. Todos en el clan lo conocían.
—Li Shen… —susurró para sí.
El líder del Clan Li.
Una figura imponente en el mundo de la cultivación. Reconocido por su firmeza, sabiduría y su capacidad de mantener unido a uno de los clanes más influyentes de la región. No era alguien que se presentara en cualquier residencia sin razón.
Y ahora estaba allí, en la casa donde vivía Li Tian. Hablando con Li Li.
Y no estaban hablando de cualquier cosa.
Estaban hablando de Yuan'er.
Li Shen giró con elegancia al notar la presencia de los dos niños. No mostró sorpresa. Al contrario, los esperaban.
—Li Tian —saludó con una voz profunda pero serena—. Justo estábamos hablando de vos.
Yuan'er se detuvo a su lado. Instintivamente, dio un paso atrás. No por miedo… sino por respeto. Nunca había sentido un aura así. El hombre no estaba liberando presión espiritual, y aun así, su mera presencia pesaba como un cielo nocturno lleno de estrellas.
Li Li se levantó con una expresión seria, aunque sin rigidez. Miró a Li Tian y luego a Yuan'er.
—Entren —dijo—. Ya sabíamos que volveríamos pronto.
Li Tian ascendió y cruzó el umbral, seguido de cerca por Yuan'er, que mantenía la mirada baja.
Li Shen los observó con atención. Sus ojos verdes se detuvieron en Yuan'er por unos segundos más largos. No había juicio en su mirada. Solo un análisis cuidadoso, como quien intenta ver algo más allá de la apariencia.
—Esta es la niña —dijo finalmente—. La que ingresó al clan sin ser detectada.
Li Tian afirmó con firmeza.
—Sí, señor. Su nombre es Yuan'er. Y yo… fui quien pidió que se le diera un lugar aquí.
Li Shen no respondió de inmediato. Se giró levemente hacia Li Li.
—Me decías que ella era capaz de evitar la percepción de varios discípulos, incluso de algunos cultivadores menores.
Li Li asintió.
—Así es. Tiene un talento innato para el sigilo, pero más allá de eso, tiene una voluntad fuerte. No lo parecería una simple vista… pero ya estás cultivando. Y aprende con rapidez.
El líder del clan entrecerró los ojos. Luego miró a Yuan'er directamente.
—Y vos… ¿por qué querrás quedarte?
Yuan'er, que había mantenido la mirada baja todo el tiempo, alzó lentamente los ojos.
El verde intenso de los ojos del líder no la intimidaron tanto como esperaba. No eran crueles, ni fríos. Solo… inmensamente sabios. Como si contuvieran muchos inviernos.
—Quiero quedarme porque por primera vez alguien me habló como una persona. Y porque el hermano Tian… me salvó.
Li Shen no dijo nada. Pero sus ojos brillaron levemente. Parecía satisfecho con la respuesta.
Volví a mirar a Li Li.
—Confío en tu juicio, Li Li. Solo recuerda que en tiempos como estos… cada decisión deja una marca en el clan.
Li Li asintió con respeto.
-Perder. Y estoy dispuesta a cargar con esa marca.
Li Shen se giró hacia la puerta, su túnica verde ondeando con suavidad.
—Entonces está decidido. La niña se quedará. Pero sus pasos serán observados. No por desconfianza… sino porque todo prodigio atrae luz y sombra por igual.
Sin más palabras, el líder del Clan Li cruzó la puerta, y se marchó.
Y en ese instante, el aire de la habitación volvió a sentirse liviano.
Li Tian y Yuan'er se quedaron quietos, asimilando lo que acababa de ocurrir.
Li Li soltó un suspiro.
—Bueno… supongo que ahora sí, oficialmente, tenemos una discípula más en casa.