Después de recuperar la vista, descubrí que mi esposo ya tenía una esposa y un hijo.
El día después de mi fecha de parto, tuve un accidente automovilístico y perdí a los gemelos en mi vientre.
Mi esposo, destrozado por el dolor, se postró con cada paso en el Templo del Buda Celestial, suplicando al Buda, solo esperando que yo despertara a salvo.
Había imaginado muchas veces cómo reaccionaría al saber que me había recuperado: quizás abrumado por la sorpresa, quedándose allí en shock; o eufórico, abrazándome y haciéndome girar con alegría; o estallando en lágrimas de felicidad...
Pero nunca esperé que él fuera quien me dejara sorda y ciega.