*LAURA*
El tiempo pasó lento, pero con cada hora que transcurría, la tensión entre nosotras se acumulaba más y más. Habíamos hablado de todo, una y otra vez, sobre cómo hacerle ver a Dani que lo que había ocurrido anoche no podía ser ignorado. Nadie quería que él se volviera a esconder de lo que sentía, que enterrara sus emociones como siempre lo hacía. Todos esos sentimientos reprimidos, esas palabras no dichas, esas miradas esquivas… no podíamos permitir que él las volviera a ocultar.
Sigo con la misma camisa de Dani que me puse esta mañana, aunque ya nos habíamos duchado y estábamos un poco más frescas. Pero las marcas que dejamos en nuestros cuerpos son imposibles de borrar, no importaba cuántas veces tratáramos de salir de esa atmósfera que nos envolvía. Las marcas no solo eran físicas, sino también emocionales. Estábamos todas conscientes de que habíamos dejado huellas en él, huellas que no sabíamos si desaparecerían o si, por el contrario, quedarían marcadas de una manera aún más profunda, como una cicatriz que ni el tiempo podría borrar.
"¿Y ahora qué?", preguntó Sofía, rompiendo el silencio que había quedado colgado en el aire. Su tono, aunque casual, llevaba un fondo de incertidumbre que todas compartíamos.
"No lo sé," respondí, mirando mis manos, como si buscaran algo que hacer, alguna respuesta que no llegaba. "Tal vez… tal vez no sabemos ni qué esperar. No sabemos qué queremos, y mucho menos qué espera él."
"Lo que pasó anoche no cambia lo que él piensa sobre nosotros," añadió Valeria, su voz cargada de una determinación que apenas ocultaba su propia confusión. "Ya lo vimos en la última discusión. Él… él nos dejó claro que no tiene idea de cómo manejar todo esto. Y tampoco sabe lo que nosotras realmente esperamos de él."
Mariana, quien había estado callada, observando con sus brazos cruzados, finalmente habló. "Lo peor es que sabemos lo que él piensa de nosotros, pero no estamos tan seguras de lo que nosotras queremos. Y si él nos pregunta otra vez si esperamos una relación polígama, ¿Qué le decimos? Porque, en realidad, ¿es eso lo que queremos?"
Recordé aquella discusión hace dos semanas, cuando todo comenzó a desmoronarse. Estábamos todos juntos después de la primera vez que dormimos con él. El alcohol había hecho que todo se desbordara, pero la mañana siguiente, cuando el sol entró en la habitación y nos miramos unos a otros, todo se hizo real. Nos confesamos lo que sentíamos, y él, entre la rabia y el desconcierto, nos preguntó con enojo si estábamos esperando que él estuviera con una de nosotras, y luego con otra, hasta que todas tuviéramos nuestra oportunidad con él. La expresión en su rostro, esa mezcla de enojo y vulnerabilidad se quedó grabada en mi mente.
"¿Qué quieren, que tenga una relación con todas ustedes y luego pase a la siguiente?", había dicho, cada palabra resonando con rabia contenida. El recuerdo de su rostro, la frustración en su mirada, me dolió más de lo que imaginaba.
Nosotras, en ese momento, le revelamos lo que realmente sentíamos, lo que habíamos callado durante tanto tiempo. Y él, con esa mirada intensa que a veces me desconcertaba, nos confesó que sabía de nuestros sentimientos y que también había tenido esos sentimientos por nosotras, pero que había reprimido todo eso durante años. El shock de escuchar esas palabras, tan directas y tan llenas de emoción reprimida, nos dejó sin saber cómo reaccionar.
La verdad es que, incluso ahora, todo eso seguía flotando en el aire, como una sombra que no podíamos ignorar. ¿Qué quería él de nosotras? ¿Qué queríamos nosotras de él? Esas preguntas no se resolvían con simples palabras, ni con una discusión sobre el futuro. Lo que había pasado anoche, aunque no fue planeado ni esperado, había cambiado algo en todos nosotros. Pero, ¿Cómo resolverlo?
Aunque en verdad, nosotras ya teníamos una respuesta clara, concisa y definitiva sobre todo esto.
El reloj seguía avanzando, y el momento en que Dani regresara de su trabajo se acercaba. Ya no sabíamos si estábamos listas para enfrentarlo, o si él, al vernos tan claras, tan decididas, sería capaz de seguir ocultando lo que sentía. Porque anoche, cuando las emociones se desbordaron, nadie pudo ocultar nada más.
El sonido del carro de Dani llegando a la casa rompió el silencio que habíamos estado compartiendo. Nos miramos unas a otras, alerta, sabiendo que el momento que habíamos estado esperando, y temiendo, había llegado. El motor se apagó, y los pasos de Dani resonaron en el pasillo, cada uno de ellos más cercano, más fuerte, hasta que la puerta se cerró con un leve golpe.
El ambiente en la casa cambió. Respiramos profundamente, intentando ordenar nuestras emociones, pero había algo en el aire, algo que sentíamos antes de que él siquiera entrara al salón. Él no venía con esa expresión dura o irritada que habíamos temido. No venía con la rabia contenida de antes. En cambio, sus facciones estaban marcadas por el cansancio del trabajo, por la tensión de todo lo que había sucedido. Era evidente que no había dormido bien, y aunque sus ojos parecían más apagados que de costumbre, al vernos en la sala, una pequeña relajación se notó en su rostro.
Nos levantamos casi al mismo tiempo, como si fuera un reflejo. Sofía, Mariana y Valeria fueron las primeras en acercarse, pero Dani no se detuvo. No nos miró directamente, como si la idea de enfrentarse a nosotras de nuevo le costara más de lo que imaginaba. Se dejó caer en el sillón, con un suspiro profundo, como si ya no tuviera energía para seguir resistiéndose.
"Hablen," dijo con voz baja, pero firme. "Digan lo que tengan que decir. Yo sólo voy a escuchar."
Había algo en sus palabras que nos hizo sentir una mezcla de alivio y más presión al mismo tiempo. Alivio porque parecía estar dispuesto a escucharnos, pero presión porque sabíamos que no íbamos a poder dar marcha atrás después de esta conversación. Esta vez no se trataba de lo que ocurrió anoche, sino de todo lo que había quedado enterrado bajo esa capa de emociones no expresadas. Las que habíamos tratado de reprimir, las que él había intentado ignorar, y las que, finalmente, habíamos dejado salir entre nosotras.
Era un momento crucial. De alguna manera, sabíamos que a pesar de lo que había pasado, él estaba dispuesto a enfrentarlo, pero también nos preguntábamos si estaría listo para dejarlo ir. El deseo, la euforia, y la conexión que habíamos compartido anoche no se borraban con palabras. Lo sabíamos.
Y lo peor de todo era que, aunque nuestras palabras podrían intentar esclarecer las cosas, estábamos todas conscientes de que ninguna de nosotras tenía todas las respuestas. Lo que habíamos hecho, lo que habíamos sentido, no se resolvía con una charla sencilla.
Miré a mis amigas, las que compartían conmigo lo que nunca nos habíamos atrevido a decir, y asentí. Sabíamos que este momento había llegado, pero no sabíamos cómo iba a terminar.
Dani se quedó en silencio en el sillón, sus ojos pasando de una a otra mientras tomábamos turnos para hablar. Había algo en su mirada que parecía contener tantas emociones que ni siquiera sabía por dónde empezar a procesarlas. Pero él cumplió su palabra: escuchó. No interrumpió, no negó, no trató de evadir. Solo dejó que nuestras palabras llenaran el espacio.
Valeria fue la primera en hablar, aunque su voz temblaba un poco al principio. "Yo… sé que no hemos manejado esto de la mejor manera. Sé que debimos hablar contigo antes de que todo esto se saliera de control, antes de que llegáramos a este punto. Pero no quiero mentir. No quiero fingir que no siento lo que siento por ti, Dani." Se cruzó de brazos, como si intentara protegerse de su propia vulnerabilidad. "Te quiero. No solo como una amiga, no solo como alguien con quien comparto recuerdos y buenos momentos. Te quiero de una manera que me hace egoísta, que me hace querer monopolizarte, de que nosotras y solo entre nosotras te monopolicemos. Pero lo que pasó anoche… cambió algo. Lo hizo más claro."
Mariana tomó la palabra después, siempre con su tono más analítico, pero esta vez había un matiz de emoción que no solía mostrar. "Sé que en el pasado te lo hicimos complicado, Dani. Sé que nuestras confesiones y todo lo que pasó después de esa primera noche solo te confundieron más. Pero anoche… no fue lo mismo. Fue consensuado, sí, pero también fue real. No había alcohol. No había excusas. Solo estaba todo lo que habíamos estado reprimiendo durante años." Sus ojos se suavizaron al mirarlo. "Y aunque no puedo hablar por todas, puedo decirte que no quiero que esto termine. No quiero que sigas enterrando lo que sientes por nosotras, porque eso no es justo. Ni para ti, ni para nosotras."
Sofía, siempre más directa, se inclinó hacia adelante, con las manos en las rodillas. "Mira, Daniel, sé que todo esto suena absurdo. Sé que probablemente estás pensando que estamos locas, y tal vez lo estamos. Pero quiero que sepas algo: te quiero. Siempre te he querido, incluso cuando tú hacías todo lo posible por fingir que no veías lo obvio." Se encogió de hombros, como si admitiera una derrota. "¿Es egoísta? Sí. ¿Es absurdo? Claro. Pero no quiero seguir fingiendo que puedo simplemente apartarme y dejar que esto se quede en nada. No después de anoche."
Finalmente, todas las miradas cayeron sobre mí. Respiré hondo antes de hablar, porque sabía que mis palabras serían las que cerrarían el círculo. "Dani… hemos hablado entre nosotras. No fue fácil, porque lo que estamos sintiendo es complicado, y sí, probablemente te haga sentir como si te estuviéramos acorralando. Pero no podemos ignorar lo que sentimos por ti, y tampoco podemos ignorar lo que tú sientes por nosotras. Lo vimos anoche. Lo sentimos. Y aunque trataste de enterrarlo por años, se desbordó."
Hice una pausa, intentando mantener mi voz firme. "La verdad es que no queremos que tengas que elegir. No queremos que tengas que dividir tus sentimientos, ni que te sientas atrapado en algo que no quieres. Pero también sabemos que ninguna de nosotras está dispuesta a renunciar a ti. No queremos que esto se rompa más de lo que ya lo hicimos. Lo hablamos y… sí, Dani. Sabemos que suena egoísta, absurdo e incluso infantil, pero queremos intentarlo. Queremos… compartir esto contigo. Una absurda relación polígama. Solo tú y nosotras. Nadie más."
Hubo un silencio tenso en la habitación. La confesión estaba en el aire, pesando como una nube. Lo habíamos dicho todo, pero ahora era el momento en el que las palabras ya no eran suficientes. Era Dani quien tenía que decidir si daba el paso con nosotras, o si volvía a cerrar la puerta que anoche habíamos abierto.
Después Dani dejó escapar un largo suspiro, cerrando los ojos por un momento. Sus dedos se entrelazaron sobre su abdomen, y su pecho subía y bajaba con una respiración lenta y profunda. Se notaba que estaba procesando todo, acomodando cada palabra que le habíamos dicho, cada emoción que había sentido durante el día.
Esperamos. En silencio.
Cuando finalmente abrió los ojos, su mirada era intensa, pero no estaba enojado. Tampoco parecía confundido. Solo… cansado.
"Hoy en el trabajo no pude concentrarme en nada," empezó, su voz ronca por el agotamiento. "Me la pasé dándole vueltas a lo que pasó anoche, a lo que significa para ustedes, a lo que significa para mí. Pensé en todo lo que dije aquella vez, en cómo las enfrenté cuando me soltaron la verdad sobre sus sentimientos, y en cómo yo mismo terminé confesando algo que me había esforzado demasiado en ocultar."
Se pasó una mano por el rostro, masajeando sus sienes antes de continuar.
"Siempre creí que estaba haciendo lo correcto al reprimir lo que sentía por ustedes. Que era lo mejor para todos, porque una relación entre nosotros simplemente… no tenía sentido. Ustedes son amigas, demasiado cercanas entre sí como para que algo como esto no terminara mal. Y yo… siempre pensé que si alguna vez me atrevía a cruzar esa línea con una de ustedes, tendría que lidiar con la culpa de hacerle daño a las demás."
Sus palabras eran pesadas, llenas de emoción contenida.
"Y luego pasó aquella noche. Estábamos ebrios, fuera de control, y lo que se suponía que era una locura sin significado terminó sacando a la luz todo lo que habíamos estado ignorando. Pero incluso después de eso, traté de hacer lo que creí que debía hacer y seguir adelante, fingir que nada había pasado, tratar de enterrar todo de nuevo."
Levantó la cabeza, mirándonos a cada una con intensidad.
"Pero ustedes no lo dejaron morir. Se quedaron, insistieron, me confrontaron. Y anoche… fui yo quien ya no pudo seguir conteniéndolo. No puedo fingir que lo que pasó anoche no significó nada, porque sí significó. Significó todo."
El peso de sus palabras cayó sobre nosotras, y mi pecho se apretó con fuerza.
"Pero aún así," continuó, su voz bajando de tono, "es difícil. No porque no las quiera, porque lo hago. Las quiero. A cada una, de formas diferentes, pero igual de intensas. Y justo por eso… tengo miedo."
"¿Miedo de qué?" preguntó Mariana en voz baja.
Dani apretó los labios por un momento antes de responder. "De que todo se desmorone. De que lo que anoche se sintió como libertad, se convierta en una carga. De que esto termine destruyéndonos."
Nos quedamos en silencio, dejando que su miedo resonara en nosotras. Y tenía razón. Era un riesgo. No había garantía de que esto funcionara, de que no termináramos hiriéndonos más de lo que ya lo habíamos hecho. Pero, al mismo tiempo…
"¿Y si no lo hace?" susurré, mirándolo con suavidad. "¿Y si en lugar de destruirnos, nos hace más fuertes? Nosotras no sabemos qué pasará, Dani, pero no queremos que este miedo nos detenga. Queremos intentarlo. Queremos intentarlo contigo."
Dani nos miró, su expresión atrapada entre la duda y la esperanza. Su pecho subió y bajó con otra respiración profunda, y por primera vez en mucho tiempo, lo vi realmente vulnerable frente a nosotras.
Y entonces, finalmente, después de todo lo que habíamos dicho, después de todo lo que habíamos pasado… nos dio su respuesta.
Dani bajó la cabeza por un momento, exhalando lento, como si estuviera intentando encontrar las palabras correctas. Sus manos se entrelazaron sobre su rostro, ocultando su expresión por unos segundos antes de volver a mirarnos.
"Intentarlo…" repitió en voz baja, como si estuviera probando la palabra en su propia boca.
Todas nos mantuvimos en silencio, dándole su espacio, esperando… hasta que soltó una risa seca y sin humor.
"Se siente como una locura," dijo, sacudiendo la cabeza. "Pero, honestamente, ya no sé qué es más loco… seguir fingiendo que nada de esto importa o aceptar que, tal vez, simplemente estamos destinados a enredarnos en este desastre."
Un escalofrío recorrió mi espalda. Mariana y Valeria se tensaron, mientras que Sofía se cruzó de brazos, esperando que él continuara.
"Desde que todo esto empezó, he tratado de convencerme de que lo mejor era mantener las cosas como estaban. Que lo responsable era alejarme, hacerme el fuerte, seguir enterrando lo que siento, lo que ustedes sienten… Pero la verdad es que ya no puedo."
Nos miró, una por una, con una intensidad que me hizo contener el aliento.
"Anoche fue la primera vez en mucho tiempo que me sentí libre. Y aunque hoy pasé el día entero dudando, preguntándome si todo esto era un error, si debía detenerme antes de que fuera demasiado tarde… sé que si vuelvo a hacerlo, si vuelvo a alejarlas de mí, no voy a soportarlo."
Su voz se quebró apenas al final, y el aire en la habitación se volvió más pesado.
"Así que sí…" Su mirada se endureció con determinación. "Voy a intentarlo. Con ustedes. Pero necesito que entiendan algo… si lo hacemos, no hay marcha atrás. No quiero que sea un juego ni un experimento para ver si funciona o no. Si vamos a hacer esto, lo haremos de verdad."
Hubo un instante de silencio absoluto, como si todas estuviéramos procesando el peso de su decisión. Mi pecho se llenó de una sensación indescriptible, una mezcla de alivio, emoción y miedo. Sabíamos que no iba a ser fácil, que las dudas aún existían, pero en ese momento, lo único que importaba era que habíamos dado el primer paso.
Valeria fue la primera en reaccionar. Su rostro, que había estado tenso todo este tiempo, se suavizó con una sonrisa que parecía de puro alivio.
"Bueno," dijo con una pequeña risa. "Era hora de que dejaras de pelear contra ti mismo, Dani."
Sofía sonrió de lado, cruzándose de brazos. "Así que al final, aceptaste que somos demasiado tercas para dejarte ir."
Mariana suspiró, mirándolo con esa expresión analítica de siempre, pero esta vez con una calidez que no se podía negar. "Sabemos en lo que nos estamos metiendo, Dani. No estamos aquí por capricho."
Yo simplemente asentí, sintiendo cómo mi pecho se llenaba de una calidez inesperada. "Entonces… esto es real."
"Sí," dijo finalmente. "Es real."