Después de escuchar esto, Sun Yufen se rio, golpeó la frente de Zhao Tiezhu con su dedo y dijo:
—¡Eso es fácil!
—Cuando me estabas abrazando, pude oler la fragancia en ti, y no recuerdo que tuvieras la costumbre de usar perfume. Además, ese aroma no huele como perfume.
—Si no me equivoco, debe ser el aroma de una mujer, ¿verdad?
Zhao Tiezhu quedó verdaderamente sorprendido al escuchar esto.
No esperaba que la nariz de su esposa fuera tan aguda como para captar el aroma en él.
Pero Zhao Tiezhu no tenía intención de ocultarle nada a Sun Yufen, y suavemente la bajó.
Luego, comenzó a contarle a Sun Yufen sobre su encuentro con Jingyu y su posterior visita al Monasterio Jingyue.
En su relato, Zhao Tiezhu no ocultó ni un solo detalle, poniendo todo sobre la mesa, incluso mencionando que había pasado la noche en el Monasterio Jingyue.
Después de terminar su historia, Zhao Tiezhu la miró con cautela, como un niño que había hecho algo malo.