Observando la escena frente a él, Zhao Tiezhu soltó una risita. En ese momento, su mirada hacia Zheng Lan estaba llena de desprecio y desdén.
—Xiaoting, quítale esa cosa que tiene en la boca, ¡déjalo hablar!
Al escuchar esto, Xiaoting inmediatamente se acercó y quitó bruscamente el objeto que estaba metido en la boca de Zheng Lan, luego regresó al lado de Zhao Tiezhu.
Mientras observaba a Zheng Lan jadeando por aire, Zhao Tiezhu comenzó a calcular en su mente cómo lidiar con él. En este momento, Zheng Lan era como un pato sentado, sin posibilidad de escape.
Cómo iba a tratarlo dependía completamente de su propio estado de ánimo.
Mientras Zhao Tiezhu reflexionaba sobre estos asuntos, Zheng Lan de repente comenzó a gritar.
—¡Zhao Tiezhu, mereces morir! ¡Maldito bastardo! ¡Nunca imaginé que lo ocultaras tan profundamente!