Normalmente, Zheng Lan no debería haber escuchado a Zhao Tiezhu.
Pero por alguna razón, las palabras de Zhao Tiezhu parecían haberla hechizado, dejando a Zheng Lan totalmente incapaz de negarse y obligándola a quedarse sentada en silencio.
En ese momento, el silencio envolvió el entorno, y Zhao Tiezhu permaneció allí, con el rostro mostrando descontento.
Zhao Tiezhu se acercó a Zheng Lan, mirándola con una mirada helada, observando en silencio a la Zheng Lan que tenía delante.
Esto hizo que Zheng Lan, sentada en la cama, sintiera una presión creciente, tanto que incluso respirar se volvió algo difícil.
En ese instante, Zhao Tiezhu dejó escapar un resoplido frío y dijo con frialdad:
—Zheng Lan, te aconsejo que no seas desagradecida. Compórtate bien para mí. Si no lo haces, no dudaré en darte una lección personalmente.
Las palabras de Zhao Tiezhu estaban llenas de crueldad.