Al ver a la pequeña Lolita tan linda y despistada, Liu Zheng no pudo evitar querer burlarse un poco de ella.
Se rio con picardía, miró significativamente en dirección al baño, luego tomó un respiro dramático y se abanicó frente a su nariz, riendo:
—¡Vaya! Realmente no esperaba que alguien tan pequeña como tú pudiera producir algo tan grande.
Sus palabras y expresión exageradas hicieron que la pequeña Lolita se sintiera aún más avergonzada.
Miró a Liu Zheng con una expresión lastimera, su rostro más rojo que una manzana, y tartamudeó:
—Tú... Por favor, te lo suplico, no le cuentes a nadie sobre esto, ¿de acuerdo?
El estreñimiento es un tema que, ya sea para chicas o chicos, no es agradable de hablar, y para ella como chica, temía aún más que Liu Zheng lo divulgara.
Sin embargo, al escuchar su súplica, Liu Zheng no pudo evitar esbozar una sonrisa amarga.
Era un hombre adulto; ¿cómo podría andar por ahí hablando de tales cosas?