Aunque Liu Zheng sabía exactamente lo que estaba pasando, optó por no romper la burbuja, prefiriendo dejar que Li Yanling llegara a la realización por sí misma.
Al escuchar sus palabras, Li Yanling finalmente salió de su propio mundo. Sacudió ligeramente la cabeza, sus mejillas teñidas con un rubor de color rosado, y habló.
—No es nada, nada. No importa qué, apoyo cada decisión que tomes.
Él podía quedarse, y a juzgar por su comportamiento, parecía tenerla en su corazón. Para Li Yanling, ¿cómo podría esto no considerarse una bendición?
Al principio,
había sentido cierto temor, miedo de que sus sentimientos no fueran correspondidos, aterrorizada de que todo pudiera empeorar aún más.
Pero ahora, después de pasar por tanto, había llegado a entender el corazón del hombre frente a ella.
Creía que las cosas entre ellos solo mejorarían con el paso del tiempo.