El ser querido había fallecido, ¿quién más podría ser como él?
Todo esto era meramente su imaginación, nada más que sus fantasías ingenuas.
Al escuchar estas palabras, los ojos de Liu Zheng se abrieron como si fueran grandes campanas de bronce, completamente desprevenido ante tal declaración.
Abrió los ojos con curiosidad y luego una vez más agarró firmemente la mano de la mujer.
—¿Qué pasa, te he molestado de alguna manera?
Liu Jiaxin levantó la mirada y le dirigió una leve mirada.
Parecía que realmente tenía algo que decir.
Pero después de un rato, finalmente volvió a cerrar la boca.
Frente a tal situación, realmente no sabía qué sería lo mejor para decir.
—No es nada, solo siento que no somos adecuados el uno para el otro, dejemos de estar en contacto.
Al final, todas sus palabras fueron reprimidas.
Y Liu Zheng, viéndola en ese estado, efectivamente sintió que le venía un dolor de cabeza.