—Jing... Hermano Jing... Tú... ¡Debes vengarnos!
Los miembros de la Alianza de Sangre de Hierro, golpeados hasta convertirse en un desastre amoratado e hinchado por la furiosa multitud, inmediatamente se arrastraron hacia Jing Wuxue como perros sarnosos que avistan a su amo, estallando en fuertes sollozos.
Su opresión diaria sobre los discípulos ordinarios había provocado una paliza despiadada a cambio, causando que perdieran demasiados dientes para contarlos, silbando a través de los huecos mientras intentaban hablar.
Un destello de ira brilló en los ojos de Jing Wuxue, y su mirada helada recorrió la habitación, enviando escalofríos por las espinas dorsales de todos los discípulos circundantes.
Su mirada depredadora era la descripción perfecta del comportamiento de Jing Wuxue en ese momento.
—¿Eres Ling Feng?