—¡¿Qué?!
El Tercer Anciano frunció el ceño, nunca esperando que Ling Feng fuera tan tenaz, ¡que no hubiera caído muerto inmediatamente después de ser golpeado por su propia palma!
A cien metros por delante se encontraban los límites del Bosque Fantasma de Niebla. Apretando los puños, el Tercer Anciano permaneció fijo en su lugar, sin atreverse a dar ni medio paso adelante.
¡Una respiración!
¡Dos respiraciones!
¡Tres respiraciones!
Los ojos del Tercer Anciano estaban a punto de abrirse por completo, sus pupilas inyectadas en sangre, mientras dejaba escapar un rugido que sacudió el cielo y la tierra:
—¡Pequeña bestia!
Las palabras que Ling Feng había pronunciado antes de precipitarse hacia el Bosque Fantasma de Niebla dejaron al Tercer Anciano sintiéndose inquieto.
La Familia Jia, sin perdonar ni a los perros ni a las gallinas... ¡qué maldición tan vil!
El Tercer Anciano apretó los puños y dijo con una risa fría: