—¡Padre adoptivo, Tío Lei!
En ese momento, sonó una voz alegre y nítida, tan melodiosa y agradable como la de un oriol. Ling Feng se volvió hacia la fuente del sonido y vio a una niña de unos trece o catorce años corriendo hacia la Pitón Sangrienta.
La joven vestía ropa de cáñamo de color amarillo claro, con piel clara y limpia, una belleza estándar con rostro ovalado. Sus mejillas aún tenían un toque de grasa de bebé, y sus ojos brillantes y resplandecientes se curvaban en forma de medias lunas, emanando un aura inocente y despreocupada que llamaba la atención.
Sin embargo, su rostro claro estaba un poco pálido, y su cuerpo ligeramente frágil, claramente sufriendo de desnutrición crónica en tal entorno.
Estos hombres endurecidos no sabían nada sobre el cuidado de las personas; sus comidas irregulares hacían imposible hablar de una nutrición adecuada. Poder mantener la vida ya era afortunado.