En la pequeña sala privada del restaurante.
—Papá, Liu Yujuan es realmente demasiado descarada, de verdad no sé cómo tiene el valor de pedirte que alquiles la tienda —dijo Zhao Yuxin.
—No importa lo que diga, no voy a alquilarla —dijo Zhao Hai, sacudiendo la cabeza con amargura antes de cambiar de tema—. No hablemos más de ella. Se está haciendo tarde. ¿Cómo es que Yuqing aún no ha llegado?
—Mi prima dijo que está atendiendo a un cliente y llegará un poco tarde —respondió Zhao Yuxin.
—Está bien, avísame cuando llegue, y comenzaré a cocinar —Zhao Hai se preparó para salir de la sala privada.
—Papá, has estado trabajando duro —dijo Zhao Yuxin.
—Niña tonta, no es nada duro —se rió Zhao Hai.
—Por cierto, Papá, aunque no quieras alquilar la tienda a Liu Yujuan, ¿por qué no alquilarla a otra persona? Estás trabajando demasiado. Ahora no nos falta dinero; podrías jubilarte totalmente y disfrutar de la vida —añadió Zhao Yuxin.