Elías volvió a casa una tarde cualquiera.
No llovía. No hacía sol.
El día, como él, estaba en pausa.
César no estaba. Benjamín dormía.
Y el silencio, ese viejo conocido, lo recibió con los brazos abiertos.
Se sentó en el sillón.
Y por primera vez en mucho tiempo… pensó en voz alta.
—¿Y si todo esto fue un error?
No hablaba de la discusión.
Ni del beso escondido.
Hablaba de todo.
Desde aquel “sí, acepto” hasta el día en que dejó de mirar a César con ternura.
Abrió su diario.
Ese que empezó a escribir hace unos meses.
Donde no hablaba de César… sino de sí mismo.
De sus miedos.
De su soledad.
Escribió:
Me estoy preguntando si confundí la costumbre con el amor.
Si lo que siento es cariño… o solo miedo a empezar de nuevo.
Si seguir aquí es por Benjamín… o porque no sé quién soy sin César.
Suspiró.
Miró al techo como si allí estuviera la respuesta.
Pero no había nada.
Solo él.
Con su duda.
Y con el temblor en el alma de quien se da cuenta que amar… ya no alcanza.
¿Y si todo fue un error disfrazado de amor?