Lu Wan Ruyi se rió, baja y melodiosa, un sonido que hizo que varias cabezas se giraran en su dirección mirando ese rostro encantador. Sus dedos golpeaban rítmicamente en el reposabrazos de su silla, con ojos brillantes de picardía. —¿Ya robando a tu padre? Tsk. Realmente eres mi hijo.
¡No solo robando! Ella sabía que él era capaz de matar.
—Lo has educado muy bien, tsk —dijo secamente, sin molestarse en ocultar el cariño en su voz, pero al mismo tiempo, no ocultó la diversión. Era por ese amor que estaba seguro de que en todos los días, Lu Zi Zhen siempre estaría al lado de su esposa y siempre la protegería.
Lu Zi Zhen se hinchó con orgullo, con los brazos cruzados mientras se reclinaba. —¡Exactamente! Soy producto de una excelente crianza. Mi mamá me educó perfectamente bien.