La respiración de Gray se quedó atrapada en su garganta cuando escuchó esas palabras.
Antes de que pudiera siquiera pensar, ya había comenzado a correr. Gray tomó las escaleras, la madera crujiendo bajo cada pisotón de sus zapatos. Su corazón golpeaba contra sus costillas mientras las voces se volvían más claras en sus oídos.
—Vamos, chico. No querrás empeorar esto. No somos tipos malos. Solo no queremos que nadie se haga una idea equivocada sobre tu historia. Eso es todo —otro intervino.
Gray llegó al segundo piso. El pasillo era estrecho y tenue, iluminado solo por una bombilla parpadeante en el techo que daba a las paredes descascaradas un resplandor naranja inquietante. Pasó por una puerta que colgaba medio salida de sus bisagras.
Finalmente, lo vio.
Había una puerta completamente abierta. Corrió rápidamente hacia ella. Y entonces, vio a las personas que estaban allí.