Me desperté de pie, rodeado de un viento suave que levantaba polvo a mi alrededor, y me encontré en el mismo lugar donde me desmayé después de que ese reptil con alas me abandonara. Algo había cambiado en mí. Mi respiración era profunda y rítmica, y mi cuerpo se sentía ligero y equilibrado, sin la torpeza que antes me acompañaba. Al mirarme, vi que mis brazos eran delgados pero firmes, con manos humanas y piel pálida y sin cicatrices. No tenía cola ni garras, solo cabello largo y oscuro que se movía ligeramente con el viento.
Me desperté sin recordar mucho, solo sabía que Kaiser me había dado un nombre y luego me desmayé, y seguía sin poder usar a Sabio, lo que me parecía extraño, era como si estuviera bloqueado. Aunque era molesto perder esa habilidad tan útil, mi mente estaba ocupada tratando de entender qué había pasado, sentado en el suelo, seguía intentando procesar la situación. Al mirarme en el reflejo del río cercano, me sorprendió mi nueva apariencia: cabello negro largo y ojos rojos carmesí, mis músculos aún estaban por definir, y no sabía qué hacer a continuación, la incertidumbre me envolvía y solo podía pensar en tratar de entender qué había sucedido y cómo seguir adelante.
—Sabio… ¿estás ahí?
Ese silencio me estaba volviendo súper loco, ya que me sentía inútil sin Sabio, y después de llorar solo, me incliné a recoger un poco de agua con las manos, pero antes de que siquiera pudiera tocarla, un zumbido ensordecedor me heló la sangre. El sonido se intensificó hasta convertirse en un rugido que parecía brotar del núcleo mismo de la tierra.
Algo cayó desde el cielo con un impacto que hizo vibrar el suelo y salpicar el río con fuerza. Me giré lentamente, y ahí estaba: el Wyvern, el mismo monstruo que me había lanzado al abismo como si fuera una presa insignificante, el mismo que me había arrojado a la muerte con una crueldad despiadada.
—Tú otra vez… ¿No tienes hobbies?
No me respondió, obviamente. Solo gruñó, mostrando unos colmillos que parecían capaces de partir un roble en dos. Sus alas se abrieron con majestuosidad, y su mirada destilaba odio puro, como si lo hubiera humillado públicamente frente a alguien que amaba, aunque no había sido así.
Me puse en guardia, pero era un gesto vacío. No tenía idea de cómo funcionaba mi cuerpo, apenas podía coordinar mis movimientos, y mucho menos sabía cómo canalizar energía mágica sin Sabio para guiarme.
El Wyvern no esperó, se lanzó a una velocidad ridícula, levantando una nube de tierra tras de sí. Apenas logré tirarme a un lado y rodar, mis pies se arrastraron como los de un borracho con torceduras en ambas piernas. Me levanté con torpeza, todavía intentando encontrar mi equilibrio.
—¡Mierda!
El impacto fue seco. Lo vi venir, pero no pude evitarlo. La cola me golpeó en el pecho y salí volando varios metros antes de estrellarme contra un tronco. El aire se me escapó del cuerpo y me quedé sin aliento. Intenté pararme, pero mis piernas temblaban bajo mi peso. El dolor era real, y la realidad me golpeó con fuerza: esto no era un juego. Intenté volar, agité las alas nuevas que me habían crecido, pero solo logré desequilibrarme y caer de cara, estampándome literalmente contra una roca.
El Wyvern rugió de nuevo y embistió, su garra derecha descendió como una guillotina. Rodé instintivamente y sentí cómo la garra arrancaba tierra a centímetros de mi cabeza. Mi nueva piel parecía resistir los cortes menores, pero cada golpe era un recordatorio brutal: yo no era fuerte, no sabía pelear, y ni siquiera sabía usar magia, menos aún contar con la ayuda de Sabio. Él no me estaba probando, estaba jugando conmigo, como un gato con un ratón.
Me puse de pie tambaleando. Intenté concentrarme y sentí ese cosquilleo interno: maná, energía, lo que sea… algo quería salir, pero sin Sabio era como tener una bomba sin instrucciones, sin saber cómo desactivarla o siquiera cómo controlarla.
—¡Vamos… vamos!
Nada. Ni una chispa. Luego, una explosión interna leve. Me caí de rodillas, tosiendo sangre. El Wyvern se acercó lentamente esta vez, como disfrutando de la humillación. Me tomó del cuello con una de sus garras y me alzó, sintiendo cómo mi columna se resentía. Me miró a los ojos, y en su mirada había un mensaje claro, sin necesidad de palabras: ‘Eres basura, ni siquiera vales el esfuerzo’.
—Sabio… Sabio… si estás ahí… haz algo.
El Wyvern me lanzó contra una roca enorme. Me impacté de espaldas y me quedé ahí, jadeando, con el mundo girando a mi alrededor. Él rugió por última vez, quizá satisfecho, quizá decepcionado. Luego se alejó, batiendo las alas y desapareciendo entre las nubes. Tal vez me dejó vivir… porque no valía ni su saliva. Tendido en el barro, con el cuerpo roto y el orgullo aún más destrozado, no pude evitar reírme entre jadeo.
Aún en el suelo, mientras miraba mi reflejo en el río, apenas reconocí el rostro que creía recordar. No había garras, ni cola, ni escamas. Solo un cuerpo pálido y esbelto, y unos ojos carmesí que me devolvían una mirada vacía. La confusión me envolvía. No sabía por qué Sabio no respondía, y dudaba si el nombre Xiao era siquiera mío.
Pero entonces el viento se detuvo, algo me observaba. Levanté la vista y ahí estaba, la misma bestia del cielo, el Wyvern. Desde las alturas, su cuerpo se cargaba de energía mágica y un rayo ígneo de maná comprimido comenzaba a brillar en su garganta como una estrella a punto de colapsar.
No tuve tiempo, ni hubo advertencia, el ataque descendió y yo simplemente lo acepté. Así muero otra vez de la peor y más patética manera posible, pero entonces…
—Habilidad única: Sabio ha evolucionado a Gran Sabio.
Un eco resonó en mi cabeza como siempre, la voz molesta que extrañaba, y empecé a llorar sin razón alguna, y el mundo se estremeció, el cielo cambió de color y una esfera negra me envolvió justo antes del impacto, la explosión sacudió el bosque entero y el cráter humeante donde me encontraba aún ardía, pero yo seguía de pie, ileso
A mi alrededor, una cúpula de energía púrpura y negra crujía con vida propia, como si una voluntad más antigua que la muerte se hubiese despertado, y detrás de mí, invisible pero presente, sentí esa risa.
—¡KuaaaJajaja!... veo que finalmente estás empezando a entretenerme.
El Wyvern retrocedió en el aire, rugiendo, confundido, por primera vez sentí miedo en él, era como si el aura que me defendió del ataque fuera la misma muerte ante sus ojos, y solo le dieron un terror tan abismal.
—Gran Sabio… ¿estás ahí?
—Confirmado. Conexión restaurada. Capacidad táctica activada.
—Dame algo útil, y que sea eficaz contra esa iguana voladora
—Habilidad emergente: Onda del Vacío:
—¿En qué consiste exactamente la Onda del Vacío? No puedo arriesgarme a usarla sin entender cómo funciona realmente.
—La Onda del Vacío : es una habilidad que condensa la energía Mágica y energía natural en un punto único, logrando una penetración total que elimina cualquier posibilidad de defensa. Su mecanismo de acción implica la concentración de energías en un punto focal, creando una onda de choque que puede penetrar incluso las defensas impenetrables de criaturas espirituales como el Wyvern. Sin embargo, el uso de esta habilidad conlleva un colapso físico garantizado, lo que implica un riesgo significativo para la integridad del usuario. El riesgo de mortalidad asociado con esta habilidad es del 86%.
——Mucho texto, lo usaré de igual manera.
Una esfera apareció en mi mano, oscura y palpitante, como si estuviera viva. Su superficie parecía absorber la luz y la energía a su alrededor. El Wyvern, sintiendo la amenaza, cargó un nuevo aliento de fuego, y el cielo volvió a iluminarse con un brillo cegador, anticipando el choque inminente entre nuestras habilidades.
—¡Onda del Vacío!
Mi ataque voló hacia el Wyvern. El suyo descendió con furia. Ambos colisionaron en un estallido de energía y fuego. La explosión fue tan intensa que sacudió la tierra bajo mis pies. El rugido del Wyvern se detuvo abruptamente. Después del impacto, solo quedaron cenizas flotando en el aire. Vi al Wyvern caer del cielo, su pecho hendido y su núcleo expuesto, resquebrajado como cristal roto.