Doce días de caminar nos separaban de la frontera de Mirvane. Doce días de avanzar a paso lento, entre los restos de la guerra, con sobrevivientes y soldados que no sabían si eran parte de un ejército o de una revolución. La gente estaba cansada, hambrienta y asustada. Feyd,. se encargaba de protegernos, volando por delante para asegurarse de que no hubiera peligros al acecho. Su presencia era un consuelo para muchos.
Mientras tanto, yo trataba de mantener la calma y tomar decisiones que nos permitieran seguir adelante. Era un camino difícil, con problemas por todas partes. La gente necesitaba comida, agua y refugio, y había que encontrar la manera de dárselo. Los heridos necesitaban atención médica, y había que evitar que se propagaran enfermedades. Dejamos atrás la ruina de Brindlemark, una nación que había sido destruida por la ambición de un hombre. El recuerdo de lo que había pasado todavía estaba fresco en nuestras mentes. Ahora, después de tanto esfuerzo, finalmente estábamos llegando a la frontera de Mirvane, sin saber qué nos esperaba al otro lado.
Feyd se sorprendió al ver la multitud que nos rodeaba en el corazón de la nación de Mirvane. La gente gritaba mi nombre y agitaba banderas, un espectáculo que lo dejó desconcertado. Me miró con una mezcla de confusión y curiosidad, como si se preguntara qué estaba pasando. Yo mismo estaba sorprendido, ya que mi única orden había sido que Ciscare se encargara de eliminar un ejército enemigo.
—¿qué carajos hiciste aquí, ciscare?
—Me he asegurado de cumplir con tu voluntad, mi señor. La tiranía que oprimía a esta nación ha sido derrocada, y hemos instaurado un nuevo orden basado en la justicia y la equidad. La corrupción que tanto daño había causado ha sido erradicada, y ahora esperamos tu llegada para que asumas tu legítimo lugar como líder y guíes a nuestro pueblo hacia un futuro próspero.
—¿Qué tú qué…?
La multitud se extendía ante mí, un mar de rostros arrodillados y lágrimas en los ojos. Hombres, mujeres y niños, todos unidos en su devoción y gratitud. Algunos levantaban carteles con mi nombre, aunque algunos estaban mal escritos, como “chao” o “xillo”, pero la intención era clara. Ciscare había hecho un trabajo exhaustivo en los últimos diez días, erradicando la corrupción que había infectado la nación. Había investigado y castigado a los funcionarios corruptos, y había trabajado para restaurar la integridad en la administración pública. La gente había notado el cambio, y ahora me miraban con expectación, como si esperaran que yo continuara el trabajo que él había comenzado, que llevara a la nación hacia un futuro próspero y seguro.
—¡viva nuestro nuevo Rey Xiao!
Al entrar en Mirvane, me impactó la sensación de abandono y decadencia que se percibía en cada esquina. Las murallas que rodeaban la ciudad estaban agrietadas y erosionadas, con piedras sueltas y secciones que parecían a punto de derrumbarse. Los edificios dentro de la ciudad no eran mucho mejores, con fachadas desconchadas y techos que parecían haber sido reparados de manera apresurada. La arquitectura en general parecía haber sido diseñada sin planificación ni cuidado, como si la ciudad hubiera crecido de manera orgánica y descontrolada.
La gente que vivía allí parecía haber sido afectada por la falta de inversión y cuidado en su entorno. La ropa que llevaban era de baja calidad, con telas desgastadas y remiendos visibles. Los colores estaban desvaídos y la confección era claramente deficiente. Era como si la ciudad hubiera perdido su sentido de orgullo y dignidad, y la gente hubiera aceptado la mediocridad como norma.
Sin embargo, a medida que caminaba por las calles, noté que la gente me miraba con una mezcla de esperanza y gratitud. Me parecía que habían estado esperando durante mucho tiempo a alguien que pudiera cambiar su suerte, que pudiera traer un poco de orden y prosperidad a su ciudad. La fe que tenían en mí era demasiado, casi abrumadora. Me hacía sentir una gran responsabilidad hacia ellos. La contradicción entre la apariencia de la ciudad y la actitud de la gente era intrigante. ¿Cómo era posible que una ciudad que parecía tan abandonada y descuidada pudiera albergar a personas con tanto espíritu y esperanza? Me hacía preguntarme qué había sucedido exactamente en Mirvane para que la gente estuviera tan desesperada por un cambio.
Al llegar al centro de la ciudad, mientras seguía perdido en mis pensamientos, me obligaron a subir los escalones hacia el estrado coronado de rojo y oro. Miles de ojos me observaban con reverencia, miedo, esperanza… y una pizca de curiosidad. Feyd estaba a mi lado, imponente y serio. Un anciano, que parecía representar a todos ellos, me puso la corona en la cabeza y se arrodilló sin decir ninguna palabra más. La corona de obsidiana negra que me fue entregada no reflejaba nada que yo deseaba. Me sentí abrumado por la solemnidad del momento, y la corona parecía pesar sobre mi cabeza como un símbolo de la responsabilidad que ahora recaía sobre mí.
—Pueblo de Mirvane…No soy un héroe, ni un salvador, ni un líder nato, simplemente soy un hombre que se encontró en un lugar inesperado, rodeado de personas que confían en mí, a pesar de que yo mismo no sabía quién era, hasta que la corona tocó mi cabeza y sentí el peso de la responsabilidad, un peso que no busqué, pero que acepto con humildad y determinación, porque he aprendido que en la vida no hay casualidades, solo oportunidades que no entendemos en su momento, y si el destino me trajo hasta aquí, es porque hay algo que debo hacer, algo que solo yo puedo hacer, y es liderar a este pueblo hacia un futuro mejor, un futuro donde la libertad no sea solo un concepto, sino algo real y tangible, donde la justicia no sea solo una palabra, sino una práctica diaria, y donde la compasión y la empatía sean los pilares fundamentales de nuestra sociedad, y para lograr eso, necesito que sepan que no soy perfecto, que cometeré errores, que habrá días oscuros y momentos de duda, pero hay algo que jamás faltará: mi compromiso con ustedes, mi promesa de caminar a su lado, no por encima, de sentir su hambre y su dolor, de luchar por su libertad y su justicia, y de nunca olvidar que la verdadera nobleza no viene del nacimiento, sino de las acciones, y que la verdadera fuerza no viene de la ausencia de miedo, sino de la capacidad de enfrentar y superar ese miedo, y así, desde hoy, este reino ya no se llamará más Mirvane, porque Mirvane fue una nación construida sobre las rodillas del pueblo y el ego de los poderosos, y desde hoy, esta tierra se llamará Nirvania, un lugar donde incluso un ser roto como yo puede ser rey, y gobernar con la sabiduría de saber que no tengo todas las respuestas, pero con la determinación de encontrarlas juntos, y con la certeza de que mientras me quede un solo aliento, ningún niño, ningún anciano, ninguna mujer, ningún alma será olvidada bajo este cielo.
Después de dichas palabras, que ni siquiera sabía que podía sentir, me quedé parado, esperando alguna respuesta, sin saber qué esperar, ni qué iba a pasar, simplemente estaba allí, expuesto y vulnerable, con la esperanza de que alguien, cualquiera, dijera algo, pero el silencio era ensordecedor, y yo me sentía cada vez más solo, más inseguro, más expuesto, pensé que había fracasado de nuevo, que mis palabras no habían sido suficientes, que no había logrado conectar con nadie, y en ese momento, solo quería escapar, huir de allí y olvidar todo, pero algo dentro de mí me mantenía firme, algo que deseaba este momento, algo que me hacía creer que valía la pena intentarlo, y así me quedé, quieto y callado, esperando a que el tiempo decidiera por mí, o a que alguien rompiera el silencio.
—¡¡Gloria a nuestro nuevo Rey y único señor Lían Xiao!
Y en ese momento, ver a todos por primera vez que decían mi nombre, Lian Xiao, con una mezcla de esperanza y expectación en sus ojos, algo dentro de mí quería llorar, quería dejar salir todas las emociones que había estado reprimiendo, pero en el fondo sabía que no merecía toda esta atención, que era una farsa, que siempre había dependido de otros para salir adelante, y que probablemente así sería mi realidad, pero en ese instante, decidí que haría todo lo posible para que esta farsa pareciera real, para que creyeran en mí, aunque fuera solo una ilusión, y escondiendo todas mis limitaciones y debilidades, intentaría proyectar una imagen de fortaleza y liderazgo, la que ellos esperaban de mí .
—El apellido Lian ha sido grabado en su alma.
—¿Espera que dijiste?
Mientras caminaba por los pasillos del castillo, el murmullo de los sirvientes y soldados se apaciguó. Todos sabían lo que estaba por pasar, y yo también lo sabía, pero no lo había pedido. La sala del trono era amplia y majestuosa, con un techo alto y bóvedas ornamentadas. El trono de oro brillante esperaba al final, alzado sobre varios escalones de mármol pulido, y detrás de él, ondeando con orgullo, una bandera nueva: un dragón negro sobre fondo dorado.
Avancé con pasos firmes, aunque mi mente estaba llena de dudas. No sabía si estaba preparado para esto, pero sabía que tenía que hacerlo. En algún punto, mi ropa cambió sola, y me vi vestido con un traje negro ajustado, con bordes dorados que brillaban bajo la luz de las velas. La camisa blanca impecable y los zapatos relucientes completaban el conjunto.
Me detuve frente al trono, respiré hondo y me senté. El asiento era cómodo, pero también pesaba con la responsabilidad de gobernar. Miré a los costados, y Ciscare y Feyd se arrodillaron sin decir una palabra, firmes y leales.
—Levántense
Lían Xiao era un nombre que no elegí del todo. “Xiao” fue lo primero que tuve, me lo dio Kaiser. El “Lian” no lo elegí yo, me lo dio la gente después de que liberamos el país. Dicen que significa “puro” o “hermoso”. Palabras que jamás usaría para describirme, pero… lo acepté.
No sé si seré un buen rey, no sé si estoy hecho para esto. No me interesa la gloria, no quiero estatuas, no quiero que me vean como un héroe. Solo quiero… no fallarles. Me senté en el trono, no porque me sintiera digno, sino porque alguien tiene que hacerlo. Y ahora, haré todo lo que esté en mis manos para no decepcionarlos. Miré a Ciscare y Feyd, y ellos me miraron a mí, con una mezcla de confianza y expectación. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero estaba dispuesto a intentarlo.