Aquel día el sol estaba más brillante que de costumbre en el cielo. Y las nubes blanquísimas se arremolinaban al astro celeste, dando formas caprichosas a la imaginación de las personas.
Theo ensimismado en su armonía y melodía, camino muy contento dirigiéndose con su guitarra eléctrica al mercado popular de la urbanización de palomas, que estaba al límite con otra urbanización más.
Y era de esperarse, pues aquellas aves estaban en gran cantidad abarrotadas en los cables de luz y en algunos edificios viejos de la ciudad. Viendo con frenesí los alimentos y cosas que aquel mercado tenía que ofrecer. De repente, algunas palomas se quedaron mirando al joven Theo pasar con su guitarra. Extrañadas por el sonido que hacía, se quedaron extasiadas al verlo pasar, tan libre y desenfadado.
El joven ingresó a aquel popular mercado.
La gente de varios sitios iban allí por los productos de los vendedores, pues tenían precios bajos.
Mucha gente compraba y vendía, pero a Theo no le importaba. El seguía haciendo lo mismo. Pero al parecer un sujeto flaco y desgarbado lo miro de lejos.
Tocando armonías con su instrumento el joven se acercaba a la zona de carnes, donde iba a visitar a un amigo adulto. El carnicero.
El sujeto flaco se quedó mirándolo y se acercó un poco de lejos mirándolo, luego de esto sacó su celular.
Theo no se dio cuenta de eso, pues él ya llegaba a su puesto.
Un hombre grande y gordo, puesto un delantal de carnicero, le daba duro al machete que usaba para cortar carne de res.
Un televisor del mercado estaba encendido cerca de él, donde pasaban las noticias del día.
El joven dejo de tocar al verlo, y sonriente, se fue donde estaba su puesto.
Mientras el hombre gordo cortaba la carne, Theo se agacho, y cuando el hombre sacó un pedazo de carne para guardarlo en la refrigeradora, el joven cogió el pedazo de carne sobrante.
Cuando el hombre se volvió al otro pedazo, se quedó sorprendido viendo que había desaparecido. El hombre asustado se puso a mirar a su alrededor y también tratando de ver en el pasillo a alguien.
—¡Pero! ¡pero que…! —exclamó el hombre.
Theo se rió de esto, el hombre se fijó que debajo de su mesa, estaba el joven riéndose con la mano en la carne.
—¡Santo cielo! ¡Pero qué broma! Eres tu, jajaja. Rayos, ya me temía lo peor. ¡Theo!
—Jajaja, disculpe señor Clark —dijo levantándose y poniendo la carne en su lugar— Pero era menester asustarlo, darle un poco de preocupación en su vida.
—¡Jajaja! Muchacho, vale. Esta vez si me tomaste el pelo. ¿Cómo estás? ¿Qué es de ti? ¿cómo va todo en casa?
—Ah… nada nuevo señor Clark, lo mismo de siempre. Pero creo que, estoy encontrando un motivo, para que esta vida, tenga algo de color, ¡Oh si!
Dijo Theo, tocando la guitarra muy contento.
—¡Oh! se nota muchacho. Se nota. Me parece que estás dando últimamente más con la música, ¡Eso me encanta joven! Ya era de esperarse, tu mamá debe estar feliz con tu propósito musical. Ya sabia que ibas a encontrar algo en esta vida qué hacer.
—Ehmm… bueno. No es tanto así, señor Clark. Ojalá fuera, más o menos así.
—¿Eh? A tu mamá no le gusta tu vocación musical.
—No es eso, lo que pasa es que no le gusta como procedo hacerlo a mi manera. Ella quiere a su método, y ¿quien le hace entender?
El señor Clark escuchaba mientras él seguía cortando y preparando la carne de res, el hombre lo miró y le veía que estaba algo preocupado. Theo suspiró.
—Buenoo, en verdad…, en toda la experiencia de esta vida. Puedo decirte que…, tu mamá está haciendo su tarea de darte lo que mejor que ella pueda darte.
—¿Cómo dice señor Clark? ¿¡está diciendo que mi mama tiene razón!?
—Jajaja, ¡muchacho! el problema no está en “la razón”, si no que ella, simplemente está cumpliendo su deber y hace lo que ella puede entender. Miralo asi Theo… Ella cumple su deber contigo. Yo pienso que, lo que tu quieres en la música hacer por ti mismo, debes darle el mismo peso que la ayuda de tu mamá o sea, que pesen igual.
Dijo esto mientras ponía en una balanza antigua una carne en un plato, y en el otro plato otro pedazo de carne y con un peso trato de nivelarlo.
Theo se quedó mirando el instrumento y se quedó un poco contradecido, el cruzó los brazos.
—Vaya… que dificil es mi vida.
—Jajaja, tranquilo… el tiempo ayudará a entenderlo.
—¿Eh?, bueno… así será.
De repente en los varios televisores del mercado, se anunció una noticia.
—...Noticias de último minuto. Hemos cortado la transmisión de la programación, pues hace como tres horas atrás, fue hallado el cuerpo sin vida del ex presidente Joseph Ayale en su despacho de su casa.
Peritos de criminalística, apuntan que fue asesinado a balazos por el grupo internacional terrorista “Cruz del Dragón”, dejando su sello simbólico en la frente del ex presidente.
—...Eso si que esta bravo, que macabro…
—¿Terroristas? ¿En ciudad azul? vaya…
—Ese grupo criminal, solo sale del mismo infierno muchacho. Últimamente se ha extendido por todo el mundo. Y está causando muchos problemas a la sociedad en común. Ojala investiguen más del caso y capturen a aquellos responsables de ese crimen.
—Vaya, hay gente que se hace la vida imposible, yo ya encontré mi solución.
Dijo Theo tocando su instrumento.
—Jajaja, ¡Qué bien muchacho! Tengo mucha fe en que lo harás mejor. Pero te doy un consejo…
—¿Si?
—Haz caso también a tu mamá. No desvalorices lo tuyo, pero pesalo y nivelalo con sabiduría.
—¡Oh! Está bien… entonces… vaya, iré a la academia del circo. Qué es lo que ella quiere. Bueno… no se que haré o diré… ya se me ocurrirá algo.
—¡jajaja! ¡Claro que sí! ¡Ánimos joven!
—Gracias señor Clark, entonces…
De repente, se escucharon unos gritos en el mercado.
Unos vendedores se pusieron a gritar.
—¡Se está robando las cosas! ¡Atrapenla!
—¡Atrapen a esa ladrona! ¡Que no escape
—¿Eh? ¿Qué pasa? ¡Oh!
Exclamó Theo viendo de lejos a una chica que con el pelo rojizo largo y despeinado corría velozmente, sosteniendo cosas en sus manos, pasando por los pasillos de las tiendas del mercado.
—¡Una ladrona! ¡Que no se lleve mi carne!
Dijo el hombre gordo, tratando de recoger los pedazos que había cortado.
—¡Detenganla! —exclamaron unos vendedores que le perseguian.
La chica se acercaba a Theo, Theo se quedó atontado viendo que ella se acercaba.
De repente ella alzó los ojos. Unos ojos verdes se quedaron viéndolo, mientras ella corría velozmente hacia él.
Theo al verla le dijo.
—¡Oye detente! ¡Ahhh!
Pero fue en vano, la chica fue y le empujo con todas sus fuerzas al joven Theo que cayó al piso.
El carnicero cogía con miedo la carne, viendo como la chica andrajosa, corría hacia la salida del sitio, causando un caos tremendo.
—¡Theo! muchacho ¿estás bien?
—¿eh?... si. No pasó nada. Solo un leve empujón.
—Pues si que tiene fuerza… Diantres, esto es un problema. Últimamente muchos delincuentes están robando cosas del mercado. Es un problema que ya hemos avisado a la dirección del mercado. Pero no hacen nada para solucionar esto.
Tiene que solucionarlo de inmediato, lamentablemente la delincuencia en ciudad Azul, ha aumentado más.
—Un problema más, vaya. Cosas que pasan en la vida. Ni modo. Entonces, bueno… ya me despido señor Clark. Iré entonces a ver como soluciono esto. Tendré que ir al circo. Señor Clark ¡Gracias por el consejo!
—¡Hasta luego hijo! ¡Saluda de mi parte a tu mama! Y… ten cuidado por allí eh, jajaja.
Theo se despidió levantando la mano, mientras el señor Clark le levantaba el pulgar. Theo se colocó mejor la guitarra eléctrica y se puso a tocar de nuevo, ignorando la bulla el desorden y las exclamaciones de los vendedores que habían sido robados
Theo como siempre acostumbrado a andar, se dirigía caminando al parque central de las aguas. Con la guitarra eléctrica de su hermana, tocaba y tocaba sacando variopintas armonías, con la que embelesaba el lugar citadino. Aquel sitio era un populoso y hermoso parque urbano, que estaba cerca al condominio de casas antiguas, donde él vivía.
Aquel parque central, era un sitio y un punto intermedio, donde las personas confluían hacia varios puntos y lugares de ciudad Azul, como un sitio de paso a sus labores.
Unas piletas antiguas y ornamentales estaban colocadas en varios puntos de aquel gran parque, que hacían fluir agua de una manera artística, como un espectáculo a la vista de la gente. Y allí, cerca de esos sitios, mucha gente de toda edad como estudiantes, oficinistas, trabajadores y cualquier otro tipo de condición pasaba de un lugar a otro. Y qué decir de los vendedores con sus casetas de ventas, que como trincheras se colocaban en lugares estratégicos.
Theo se dirigía a la academia de circo, para conversar con su maestra, aquel lugar estaba un poco lejos de su casa.
Con mochila en la espalda, el joven se apresuraba a ir al terminal de trenes.
En el parque de las aguas se erigía preciosamente una alta construcción que se parecía a una torre, muy llamativa y con ornamentos artísticos que marcaba el tiempo.
Tenía aspecto de un reloj antiguo que marcaba la hora que transcurría. Y aquel ornamento estaba justo en la mitad del parque de las aguas, y era al parecer un elemento muy importante en aquel sitio.
Era un día como cualquier otro para Theo, que tocaba su guitarra eléctrica soltando notas y armonías, que daban vida a aquel sitio, pero eso estaba a punto de verse.
Abajo de la estructura, en la base del recinto del reloj, que había como una entrada cerrada por unas rejas, unos tipos con motos, que eran como cuatro personas, aguardaban la llegada de Theo.
El sujeto flaco que había visto a Theo en el mercado estaba entre ellos.
El joven pasó cantando delante de ellos, sin percatarse de quienes eran. No se había dado cuenta de la presencia de aquellos sujetos, pues su mente estaba pensando como volver a practicar el parkour, ya que había tenido serios problemas últimamente con la policía y en eso andaba su mente.
Theo, con una actitud desenfadada silbaba y arpegiaba con su instrumento, mientras los cuatro sujetos lo miraban muy desafiantes.
Uno de ellos, el más agarrado de todos y el que tenía una bandilla en la cabeza y lentes oscuros, se le acercó rápidamente y lo agarró del hombro deteniéndolo de una sola mano diciendo.
—Vaya, vaya, miren a quien tenemos aquí. A nuestro pequeño amigo cantor.
El joven de repente se volvió atónito.
—¡Eh!, ustedes. —dijo Theo asustado tocando un acorde disonante.
La banda de aquellas cuatro personas, se rieron.
El joven Theo se le puso la piel de gallina al verlos.
—Porque tan asustado, pequeño conejito. ¿Que paso con tu función callejera? —dijo uno que era gordo.
—Siii, porque tan callado. Alguien te mordió la lengua acaso, ¿Eh? jajaja —dijo el que lo había visto en el mercado.
Y volvieron a reírse, Theo sintió que estaba en problemas. Así que trato de barajarlo amablemente.
—¡Oigan amigos!, es un gusto verlos de nuevo, ¿qué cosas no?. Vaya Harley tú sí que no dejas de sorprenderme con tus palabras y tu Hans al parecer estas algo serio amigo, que pasa.
—¿Amigo?... jajaja —dijo con un tono sarcástico el más flaco y alargado.
—Y bueno, ¡habla tio! ¡como estas! , Solo quiero que sepas algo… —le dijo al hombre de las gafas negras— ¡Jack!,, justo quería verte, lo que pasa que… ¡fue un gran mal momento sabes! No salió como pensábamos, yo pienso que si me dan un tiempo más, podré arreglarlo todo, incluso aún más. Entienden ¿no? Así que si me lo permiten…
Dijo asustado el joven volteando a su derecha, mientras uno de ellos, se abalanzaba a detenerlo por atrás.
—No…, no pequeñín, no te vas a ir, se acabó el tiempo, sabes, nos has traicionado escapándote y diciéndole a la policía donde íbamos. Por suerte, no teníamos el dinero, así que no se la creyeron. No te hagas el vivo sabandija, además hay una cosa peor, y es que… ¡Me has robado!
Dijo el hombre de las gafas oscuras cogiéndole el mentón con dureza, mientras, uno de ellos le arrebató su guitarra y el dinero de su lata.
—¡Hey espera! ¡no! ¡Esto es remediable Jack! ¡Espera un momento! Hablemos por favor… ¡Quiero decirte algo muy en serio! ¡Algo importante!
Dijo Theo asustado por el instrumento de su hermana mientras los maleantes lo miraban y se reían al verlo.
—Mira jefe —dijo el más sucio de los cuatro— tiene un bonito instrumento, y..., me parece que es una guitarra eléctrica. ¡Vaya! Así que con esto te la pasas bien, ¿No? jajaja.
Dijo aquel pestilente, tratando de tocarlo, pero solo salía sonidos y ruidos horribles.
—Ohhh, no me digas, ahora te ganas la buena vida tocando la guitarra. ¡jajaja!, qué cosa más estúpida. Ahora nuestro payaso de circo es músico, jajaja.
Dijo el hombre de gafas oscuras riendose.
—¡Yo también quiero rockear de verdad! ¡No has visto a esos guitarristas… darle duro a su guitarra!
De repente uno de ellos cogió el instrumento y lo lanzó al suelo, rompiéndolo en pedazos
—¡Nooo! —grito el chico desesperado y consternado, mientras un ruido horrible sonoro se escuchó en todo el sitio.
La gente que estaba allí se quedaron inmóviles, al ver esto, y muchos de ellos se asustaron, volviéndose tras el grito de Theo y el ruido sonoro de una guitarra destruida.
—¡Jajaja! ¡Amigos no se asusten!, este bribón es un ladrón, si. Y es justo por justo, lo que he hecho. El nos ha robado el dinero que teníamos y nunca nos ha devuelto. Y se burla de mi haciéndome el tonto, varias veces escapándose de su responsabilidad. Por eso es necesario corregir a los hijos. Su gorda madre que ni le importa el bienestar de su propio trasero, debe estar feliz, por esto. ¡jajaja!
Theo se encolerizo, se llenó de rabia de lo que dijo de su madre y de la risas de los maleantes. De repente el joven se zafó del que le estaba cogiendo, y le dio un empujón al que estaba detrás de él, haciéndolo caer.
Y Theo con mucha ira al hombre de la bandilla y de los lentes oscuros le dio un fuerte puñetazo en la cara.
Y el chico, como alma en pena se fue corriendo del sitio.
—¡Desgraciado, arrgg, ahora veras!, ven para aquí, ¡asqueroso puerco, espera a que te ponga las manos encima!. ¡¡Atrápenlo, trío de tontos!!
Dijo el hombre de las gafas oscuras muy enfadado, mientras se limpiaba la sangre que salía de su nariz.
Theo, como un trueno corrió por su vida, y se lanzó a una huida mortal tratándose de ocultar de los maleantes
El joven con mucha agilidad, rebasaba a las personas que iban de aquí para allá.
Y las personas asustadas se quedaban atónitas ante la velocidad del chico.
Los tres maleantes corrían y maldecían detrás de él.
Pero eso no era mucho para la banda de aquellos tres sujetos que lo perseguían por venganza.
Empujando a varias personas, Theo corría por su vida. Nunca había luchado con el bandido, que lo conocía.
Corriendo con el corazón en la garganta y un gran escalofrío de muerte, velozmente empujaba personas en el acto. Las personas se quejaban de su actitud muy molestas y asustadas, y qué decir cuando cruzó la avenida, los autos se detuvieron en seco, maldiciendo y gritándole cosas a Theo que corría por su vida. Dirigiéndose al otro lado de la avenida se perdió en una esquina, metiéndose entre un pasaje de casas antiguas, y corriendo con temor, vio adelante una gran oportunidad. Al otro lado en una callecita, se abría como una bendición, una puerta de un autobús. Allí con toda velocidad se subió a la justas, las personas en el autobús se sorprendieron al verlo. Cansado y jadeando miró asustado escondiéndose entre las personas, viendo como los maleantes habían llegado a esa calle y muy ansiosos buscaban al muchacho que como arte de magia había desaparecido ante su sorpresa.
El bus de repente cerró su puerta y empezó a marchar.
Las personas que estaban en el bus, se quedaron estupefactas al verlo tan asustado. Pero nadie dijo nada, excepto una voz conocida.
—¿Theo eres tú? ¡Oh!, ¡Qué sorpresa verte de nuevo! Parece que Diosito escuchó mi oración. No pensé que lo haría tan rápido. ¿¡Qué haces aquí!? ¿porque estas así?
Theo se quedó asombrado, y él se quedó aún más estupefacto viendo lo que veían sus ojos.
—¿Yria?, ¿¡cielos!? Eres tú…
Ella se rió de su asombro y temor.
—¡Claro que soy yo! Ya me estaba yendo a mi casa. No me imagine verte tan rapido… Jajaja, estoy sorprendida de verte Theo.
—Shhh Yria, no hables muy alto, porfavor.
Theo aterrorizado, se volvió a su alrededor y se agacho a su costado.
—¿Eh? ¿por qué? ¿qué haces?, ¿qué te pasa? ¡Estas con una cara de miedo! —dijo ella muy curiosa.
Theo con algo de temor y vergüenza por el público, le dijo.
—Es algo complicado de explicarte, luego te lo digo Yria.
—Así…,déjame ver… Humm… tan complicado, como… ¿¡Dinero!?, ¿verdad? —dijo ella muy amena y sonriente.
—¡Uyyy!, creo que no me siento bien.
—Theo, le debes al bandido Jack…¿no es cierto? —dijo ella sabiendo, ya lo que pasaba.
Theo, se volvió rojo de vergüenza, al escuchar esto, y no respondió nada. Había gente allí y se avergonzó de responderle.
La chica se sonrió, y luego lo miró y dijo.
—¡Ay Theo!, me hubieras dicho a mi, yo te ayudaba con eso.
—¿Qué dijistes? —exclamó Theo sorprendido.
De repente, el bus se detuvo.
—¡Ay no! ¡silencio Yria! Shhh…
Theo, con temor levantó un poco la cabeza, y miraba a su alrededor, con temor y pavor.
Yria sonreía amablemente de las cosas repentinas y ocurrentes que sucedían. La gente allí se quedaba perpleja, viéndolo nervioso y angustiado.
El joven Theo solo bajó la cabeza, y de repente alguien le tocó el hombro.
—¡Ah! —dijo Theo profiriendo un gritito nervioso. El boletero lo miro serio diciendo.
—¿Su boleto caballero?
Pero Theo estaba nervioso y simplemente se ocultó al costado de su amiga, cerrando los ojos y pensando en lo peor. Yria simplemente le sonrió y le dijo al boletero.
—Yo señor, yo le pago el pasaje.
—Gracias Yria. —dijo Theo atónito en voz baja muy asustado.
El bus hizo entrar a más pasajeros y luego de un rato empezó de nuevo a moverse, el joven se sintió aliviado y suspiró profundamente resoplando.
La joven Yria al verlo tan asustado y nervioso, suspiro tranquilamente al verlo así.
—Oye, no sé qué cosas habrás hecho para verte tan asustado, pero... ¡La próxima vez, pórtate bien! —dijo la joven muy preocupada.
—Oh, si Yria, creo que lo voy a necesitar. Estoy pensando en eso —dijo Theo cansado y agobiado
Yria le sonrió al joven y después le dijo.
—Bueno Theo, creo… que estás de suerte. Oye, ven y acompáñame a mi casa, te voy a ayudar en lo que pueda, quizás algo te sirva —dijo la chica contenta.
—Está bien, de acuerdo, como digas —dijo el joven, con voz sin fuerza alguna. Yria le sonrió al chico de ojos pardos.
El bus los llevó cerca a la casa de Yria, en Macetas, un lugar de ciudad azul, donde habían muchas casas que estaban cerca al puerto marino y playa de Miaven, un sitio playero por excelencia, en las afueras de la ciudad.
El sol de aquel día era brillante, y ya se escuchaban algunas gaviotas, aquel sitio era una urbanización próxima al mar.
La casa de Yria, estaba en un sitio acogedor, donde varias casas vistosas y rodeadas con jardines, cercas y árboles se cernían allí.
Los vecinos habían fomentado una paz vecinal increíble y muchos de ellos adornaban sus casas tratando de superar al otro vecino de al lado con cosas caseras y vanidades de vecindario.
Theo sentado en una banca de aquella calle, esperaba cabizbajo y pensativo, todo lo que había ocurrido en ese día. El joven con cierta preocupación de lo que hoy había pasado, se sintió mal por un momento. Recordó
la frustración de su mamá en la mañana, la falta de compromiso con su maestra del circo, problemas con un delincuente por dinero y ahora, lo que más le pesaba, el instrumento de su hermana que estaba completamente destruido. ¡Y para colmo su hermana le había dicho cosas sentidas, antes de irse a su trabajo!
¡Que pasara ahora! ¿Cómo afrontaría esto Theo? ¿Entendería su mamá que tenía problemas con delincuentes? … ¡Jamás! El ya tenía muchos problemas con ella, y no quería darle más problemas, de lo que hacía en secreto.
No tenía ganas de nada, y se sentía un poco mal. Con la cabeza cabizbaja, pensaba y meditaba apesadumbrado lo que hoy había ocurrido.
Yria, saliendo de entre unas casas del vecindario fue corriendo hacia él, y se acercó.
—¡Theo!, al fin, gracias por esperarme, demore un poco, pero, creo que la espera tiene su recompensa, esto te ayudará, abre la mano.
—¿Mi mano?, está bien…, vale.
Theo levantó la cabeza muy serio como apesadumbrado y abrió su mano.
Yria se acercó al chico, y le dio en su palma billetes de 500 unidades. Aquello era una cantidad considerable.
—Toma es para ti, es todo tuyo.
—¡Ay, no Yria!, No no no. Esto no, voy a tener problemas peores contigo amiga pues… no se como puedo pagarte esto, es demasiado —dijo el joven con los ojos desorbitados levantándose del asiento.
—Shhh —sentenció la chica— Descuida, no tienes por qué hacerlo. Además, somos amigos. Recuerdas, ¡desde que éramos muy niños!.
—Lo sé, pero… ¿Y qué?
—¿Y que?, Pues no te das cuenta Theo, pero lo entenderás… tengo que confesarte algo.
Theo se quedó anonadado y la miró muy extrañado.
—¿Qué quieres decirme?
—Theo, espero que me entiendas. He estado reflexionando últimamente mucho… y me he dado cuenta de algo maravilloso.
—¿A si?, bueno… vaya ¿Y qué cosa es?
—Y es que ahora que ya somos jóvenes, eres el mejor recuerdo de mi infancia. ¡A si es Theo! ¿Recuerdas cuando eramos niños?
—¡Oh! Pues gracias, claro… como no recordarlo. Pero Yria, eso ya pasó tiempo. ¿A qué viene esto?
—Si, pero me confieso…escúchame. Recuerdas, ¿cómo era yo en aquel tiempo?
Theo se quedó mirándola, luego sonrió agraciadamente y le dijo.
—Eras, eras muy orgullosa, y no digo más que cosas… jajaja.
—A si es, yo era una chica sobrada y despreciativa. Cuando nos conocimos, te despreciaba, pero… poco a poco con el pasar del tiempo, nos empezamos a conocer y luego terminamos más unidos que peleados pero… ¡eran cosas de niños! Cuántas veces sin saberlo, tu me ayudaste en la playa con mi amiga Brigitte cuando yo me la pasaba despreciando todo, incluso hablando mentiras haciéndote quedar mal tanto en el colegio como en el pueblo de Abeto. ¡Lo siento! ¡fui una chica malcriada! Y una mentirosa… Lo reconozco. —dijo ella muy sentida.
—¡Yria, oye! Jajaja. No soy un sacerdote o algo así para que me digas esas cosas. Además como dices, eran cosas de niños y eso ya pasó. La verdad.., ya lo había olvidado. —dijo Theo con baja voz, mientras Yria lo veía con los ojos humedecidos— Aunque, no tengo porqué sentirme mal por eso. ¡Vaya… más bien.! Lo que hago ahora…, si que me hace sentir mal. Y es la primera vez que me siento así. ¡Nunca me había sentido de esta manera! No se que me pasa.
Theo se entristeció mucho. y miro el dinero en sus manos.
Puesto que no podía devolvérselo.
—Theo, ahora que… sigo a Cristo, me doy cuenta de mis errores contigo y te pido una disculpa sincera. Por eso mismo veo que eres un gran amigo, porque al fin al cabo me ayudastes poco a poco a abrir mis ojos de mis errores. Ahora me doy cuenta, lo malcriada que fui contigo. Y me duele tenerlo como recuerdo. Por eso te lo confieso. Porque lo que soy ahora, una parte de mi es gracias a ti. Porque decias la verdad de mi mal comportamiento. Y tenías razón. Por eso te doy un obsequio, de mi gratitud hacia ti, no me lo niegues.
Theo, sintió de repente que sus ojos se mojaban, pero él con firmeza aguantó el llanto y cerró el puño.
Theo miró con benevolencia a Yria, y le dijo.
—Yria, este gesto, lo voy a recordar mucho. Aunque no sea creyente como tú. Cuenta conmigo en adelante, ¡Desde ahora haré todo lo posible sobre lo que tu quieras!.
Ella asintió con la cabeza y le sonrió.
—Se que tienes problemas, con tu mamá, se que te lo gastas en bebidas y vivir libremente, pero esta vez repara aquel problema, no se cual de tantos, pero supongo el más pronto. ¿Está bien?
—Está bien Yria, lo haré.
La chica, se le acercó más y de su bolsillo, sacó un objeto con cuentas, era un objeto religioso al parecer, y le puso en el cuello.
El joven se quedó atolondrado y asombrado cuando se quedó viendo aquello puesto.
—¡Ay Yria.., pero yo no...!
Y sin darse cuenta le dio un beso en la mejilla. Y él se quedó atónito ante tantas emociones conjugadas en él. Theo se quedó mirándola atónito ante tal afecto.
—Anda, y no te quedes allí parado, ¡muévete viejo! ¡Yo no conozco a un Theo derrotado! ¡Si no uno que conozco y sé como es el!
Dijo ella muy sonriente y le dio ánimos para ir adelante.
—¡Oh!. De acuerdo está bien, ¡Hasta luego Yria!, ¡Gracias por todo!. —dijo Theo sentido y avergonzado..
—¡Cuidate!, no te metas en problemas. Te estaré vigilando, eh. ¡Hasta luego!.
—¡Muchas gracias! —respondió Theo contento.
Yria se despidió de Theo, alzando la mano y dándole una sonrisa. Él también igual lo hizo. El joven avanzó y se volvió al otro lado de la calle yéndose a una esquina, dirigiéndose al paradero de regreso a Palomas.
Yria antes de entrar en su vecindario, se volvió a verlo de lejos como se retiraba, ella sintió en ese momento algo raro, sintió un temor que no llegaba a entender. Atónita por la sensación, suspiró.
Caminando para su regreso, Theo tocó y miró el objeto que le había puesto Yria, ¡Era una cosa muy rara!, era brillante y tenía muchas cuentas, y al final una cruz.
Era un rosario, sin lugar a dudas.
El joven, se alegró por aquel raro y estrambótico regalo, que le había dado su amiga.
Vio también, que allí en la cruz había alguien crucificado.
Pero él sabía muy bien que era de carácter religioso, aunque no le importaba e ignoraba tal cosa y por ser un presente de Yria lo aceptó.
De repente en una esquina unas sombras rápidamente se escondieron tras un muro, cuando Theo avanzaba por la calle.
El chico bajaba terminando el cruce de una larga avenida, y cuando volteo en una esquina ya algo alejado de la casa de Yria.
Alguien rápidamente le tapó el rostro con un trapo y le tapó la boca, y lo jalo atrás de una cerca de un terreno de un sitio abandonado.
Los bandidos entraron a una casa desolada y allí lo pusieron.
Theo trató de gritar y forcejear para liberarse, pero no podía hacerlo.
Entre risas y burlas lo sentaron en una silla vieja y allí lo amarraron con sogas.
Atrapado y amordazado le quitaron el trapo de la cabeza. En los ojos de Theo se quedó grabado las risas de aquellos cuatro sujetos que lo veían con mucha gracia de sus maldades. Allí el joven pudo ver que eran aquella banda de delincuentes.
—¡Vaya, vaya! ¡Pero si es nuestro querido amigo! El Theo, ahora pasó de ser músico callejero, cirquero y ahora religioso. ¡jajaja!
Dijo Jack tocándole el rosario que tenía el joven en el cuello.
El joven aterrado, trató de moverse y de gritar pero no podía.
—Sabes una cosa, yo te perdono que me hayas robado. Como dice nuestro código. “Ladron que roba ladron mil años de perdón. Jajaja, pero… A mi, ¡Nadie me toca!
—¡Reza ahora para que Dios te salve! —exclamaron los delincuentes riendose a lo grande.
—¡A la cuenta de tres, dos, … uno…! —exclamó el líder.
Y sin pensarlo más, con todas sus fuerzas le empezaron a darle puñetazos en la cara y golpes tan fuertes que el joven no soportó y empezó a sangrar.
Theo gritaba en silencio adolorido, mientras los hombres reían a lo grande, propinándole toda clase de golpetazos.
—¡Toma esto basura! —exclamaron los delincuentes.
Luego de eso le escupieron en la cara y como si fuera poco le dieron puntapiés como si se tratara de un saco de golpear.
—¡alto! —exclamó el bandido Jack.
De repente se detuvieron
—Esto es… mi sello oficial… ¡Que en toda tu miserable vida! Me recordaras…
El bandido Jack, besó su puño y muy sonriente se acercó a él y le propinó un fuerte golpe en la cara, especialmente en el ojo.
Theo gritó tan horriblemente, que las palomas que estaban allí volaron de miedo en el cielo. Su cuerpo por la fuerza del golpe cayó de bruces al suelo.
—¡Esto es, para que aprendas a no burlarte de nosotros, entiendes! ¡No sabes con quién te metes! ¡Pedazo de tonto!
Mientras se reían de lo que hacían, uno de ellos sacó una bolsa de basura.
—Jefe, qué hacemos con él, para que aprenda a respetarnos. —dijo uno de ellos.
—Pongamos a esta basura en su lugar. —dijo el jefe de la banda.
Aquellos bandidos le taparon los ojos, y amarraron su cuerpo, manos y pies. Y riéndose de sus actos, los maleantes lo metieron en la bolsa de basura y lo envolvieron como un costal con un pedazo de tela y lo amarraron.
Tapado y encerrado en una bolsa de basura, los maleantes lo sacaron de allí, y haciéndose pasar por gente tranquila, llevaron a Theo en su moto, haciéndolo pasar como un paquete.
Theo sentía que no podía respirar, ciego, adolorido y amarrado, sentía que desfallecía.
Tratando de zafarse, le era imposible moverse.
El tiempo pasó muy rápido, los bandidos lo llevaron a un sitio lejano y descampado.
Los cuatro sujetos lo llevaron cerca de un sitio industrial abandonado, muy próximo a la playa de Miaven.
Y allí sin compasión, lanzaron a Theo como si fuera un paquete de basura, a un montículo trastos y objetos metálicos, que por suerte, el cuerpo atrapado de Theo dio vueltas y giro milagrosamente, ante vidrios y metales punzantes, cayendo en un lugar de trastos y basura.
—Esto es la paga, de tu fechoría —dijo el bandido Jack— Ahora, lamentarás haber nacido. Miserable. ¡Celebremos tu caída!
Los maleantes reunidos los cuatro se fueron del sitio, riéndose, alegrándose de su maldad.
Cuando el costal se detuvo, ante el deslizamiento de trastos y basura, Theo sentía que le faltaba el aire, y sentía que ya desfallecía.
El dolor que le habían propinado los maleantes, era muy intenso.
Recordó a su mamá, a su hermana y hermano. Y también recordó a sus compañeros y la maestra del circo, y a Yria, su amiga.
Estaba agotado por la presión y el calor cada vez era más agobiante.
Sin poder hacer nada y ahogándose en la oscuridad, trato de gritar y no podía.
Aguantando el dolor y la respiración. Sentía una sensación de muerte.
Parecía una pesadilla, en la oscuridad, ciego por la venda y amordazado.
Empezó a llorar de terror.
Dejó de pelear para vivir, y se dejó llevar si la muerte venía.
De repente, la cruz del rosario que estaba en su cuello, descendió un poco rozando su cara.
Y cuando estuvo allí, recordó lo que significaba. "Dios".
En un momento, pensó en Dios de su amiga.
Pensó con tribulación y tensión, algo que nunca había pensado, y ante la desesperación del dolor y la vida que se consumía ahogándose.
"¡Dios si existes, por favor ayúdame!"
Y allí con la presión encima, y ahogándose en sí, cerró los ojos y se desmayó.
No se sabe cuánto tiempo Theo estuvo así, solo que el tiempo paso y paso, y el sol del atardecer ya se cernía.
Theo abrió repentinamente los ojos, en un silencio absoluto. El joven tomó conciencia y se quedó estremecido.
Se encontraba en un lugar oscuro muy profundo, su alma apenas podía moverse, pero no se veía a sí mismo, pero él percibía que tenía una forma y apariencia humana.
Theo muy sorprendido y viendo que no ocurría nada y estaba completamente solitario. exclamó.
—¡Ayudenme!, ¡Auxilio!, ¡Por favor que alguien me ayude!
Pero nada ocurrió. El silencio, la oscuridad y la soledad eran inmensas.
Theo sintió miedo esta vez y trató de zafarse de algo que lo mantenía.
De repente pudo ver sus brazos, su cuerpo y sus piernas.
El joven se quedó estremecido y se dio cuenta, que era de naturaleza espiritual.
Theo se asustó tremendamente, y se desesperó allí en la nada.
—¡Hay alguien que me escuche!. ¡Ayudenme! —grito— ¡Auxilio!.
Pero nada.
Unas lágrimas de pena y tristeza recorrieron sus mejillas, de repente de la desesperación dijo.
—Dios ayúdame…, te necesito. —Y se echó a llorar.
Theo lloró desesperado y desconsolado, esperando una respuesta de Dios, llorando de incertidumbre y pena, ante su situación inmerso en aquella oscuridad profunda.
Y en eso, que parecía perdido, una luz brillante irrumpió la oscuridad y el vacío.
Theo al abrir los ojos entre lágrimas, se tapó los ojos con las manos pues la luz era muy intensa.
Un rayo de aquella luz recayó en él, y de repente tocó su pecho en donde se hallaba su corazón.
Cuando ocurrió esto, la luz penetró a su ser ingresando en lo más íntimo y profundo de su alma.
Theo dejó de taparse las manos, pues la luz ya no lo cegaba, si no, con una expresión de paz y júbilo su espíritu se estremeció.
Un amor dulce pacifico y gozoso se expandió en todo su ser, quedando el joven a la merced de aquel amor, que jamas habia experimentado.
Era un amor sublime y puro, desconocido y jamás percibido en la vida que había tenido.
Aquel amor limpio sus penas, y no solo eso, pues era un amor vivo, se movía dentro de él haciéndolo reflexionar amando, y su conciencia fue iluminada.
—¿Eres tú, Dios?
Dijo Theo tranquilo como si fuera un niño, sorprendido y anonadado, con un amor que lo consumía dentro de él.
Pero nadie respondió. Si no que Theo se dio cuenta, que la luz brillante había esclarecido el lugar y ya no existía tal oscuridad.
Y en eso vio que alrededor de aquel lugar.
Había un lugar, muy parecido a la naturaleza de la tierra, pero a diferencia del mundo en que vivía. Aquí se infundía luz, amor, gozo, belleza y vida en abundancia.
Theo se quedó sorprendido, pues en aquel lugar que él veía, se vislumbraba seres humanos vestidos con hábitos blancos. Su blancura era radiante como la luz, y en sus manos alzaban ramas de algunas plantas con flores.
Y de repente Theo escuchó sorprendido que cantaban todos alegremente, un canto muy bello, que al escucharlo más detenidamente, su alma se estrechaba de una felicidad desconocida.
Era tanto que él quiso ir allí, pues la luz y el amor le llamaban para ir donde aquellos seres humanos estaban.
Pero cuando quiso moverse del sitio no podía, algo le impedía.
Theo trató y trató con todas sus fuerzas de zafarse de algo que no veía, pero era imposible.
De repente cada vez que quería zafarse, la visión de aquel mundo cada vez se desvanecía y el resplandor que había esclarecido todo, la oscuridad tomaba su lugar.
—¡No por favor!, ¡No!, ¡Dios ayudame!. ¡Te lo suplico!
Poco a poco se desvaneció, pero la luz brillante se mantuvo. El amor purísimo que sentía se desvaneció de repente, trayendo el miedo, el dolor y la pena.
Theo muy desesperado de nuevo trató de zafarse por sí mismo, pero se dio cuenta, que había unas cadenas de fuego que lo ataban en su cuerpo. Y sentía espiritualmente, que poco a poco el fuego le quemaba.
Y aquellas cadenas que veía le sujetaba el cuerpo, enredado en sí, generaban todo tipo de sensaciones horribles que el joven se desesperó.
—¡No señor ayudame!, ¡No me dejes aquí! ¡Libérame de estas cadenas, Señor Dios! ¡Te lo pido!.
Y cada vez que él pedía a Dios libertad, su alma sentía que poco a poco se hundía en una especie de fango espiritual, que parecía hecho de basura y putrefacción.
—¡Dime señor qué tengo que hacer para liberarme de estas cadenas! ¡¡Dame una oportunidad, te lo ruego!!.
Pero cuando poco a poco se hundía, una luz del extremo opuesto, de la luz brillante se encendió, como si fuera una estrella en la oscuridad.
Esta pequeña estrella, tintineaba y brillaba, como si fuera una estrella muy lejana que a veces se vislumbra en el firmamento nocturno.
Theo se dio cuenta de esta estrella y mientras se hundía, le dijo ya derrotadamente un “ayudame”.
De repente en ese momento, escuchó una voz susurrante a su alrededor, que recitaba una oración.
Y aquellas palabras era un recitar profundo que Theo no entendía.
Theo escuchaba el susurro, y de repente aquel susurro, empezó a quebrar tales cadenas de fuego, y al quebrarse y desintegrarse un humo sucio se vislumbro y desapareció en la nada.
Aquellas cadenas de fuego se encendieron violentamente contra el joven para vengarse, pero aquel fuego sucio y humo pestilente, no le hicieron daño. Theo sorprendido como estupefacto se quedó en silencio, viendo como las cadenas caian y se desintegraban.
Cuando se terminó, Theo ya no veía aquel sitio hermoso, estaba envuelto en la oscuridad misma, ya no sentía temor, pero estaba delante de aquella luz brillante, la cual el joven miraba con necesidad y extrañeza.
De repente una voz fuerte y tronante se escuchó.
“Un día sabrás quien soy, mi justicia y mi misericordia son eternas. Pues alguien clama tu liberación. Te tengo reservado a ti y a otros mi amor infinito”
Theo sintió de nuevo el amor profundo que ingresaba en él, y emocionado le decía gracias por la libertad que le había dado, sin entender lo que hacía elevo sus brazos por el amor purísimo que lo llamaba.
El sol del atardecer se elevaba ya en el firmamento, y rayaba ya sus colores cálidos en la gran ciudad Azul.
Como si nada hubiera pasado, y tal cosa del destino, un muchacho de pelos albos, ojos grises y con la piel oscura, curtida por el sol, apareció.
Un mechón tapaba su ojo, algo despeinado, caminaba con un bastón, canturreando canciones que él conocía.
Tenía puesto unos aretes de argolla en una oreja y avanzaba tranquilamente pateando algunas latas.
Con unas zapatillas viejas y remendadas, usando un polo rosa casi desteñido, avanzaba muy contento por el sitio.
El estaba un poco agotado, por el gran esfuerzo que había hecho aquel día. Pero aun así canturreaba canciones para animarse.
El joven llevaba un paquete grande en su espalda, allí habían botellas de plástico de todo tipo.
Con su bastón, golpeaba y empujaba los trastos, buscando plásticos.
Parecía que hoy había conseguido muchos objetos que buscaba.
Y estaba muy contento.
Poco a poco el joven reciclador encontraba como si fuera oro cosas valiosas, cuando abría las bolsas de basura.
Hasta que con su bastón, golpeó sin saber el costal de basura, donde Theo estaba.
El chico se emocionó al ver el costal pues era muy grande. Para él era como si encontrase tesoros.
—¡Epa! ¡Qué tal hallazgo!, soy afortunado —dijo el joven.
Y cuando él se acercó al costal, lo abrió y con el corazón en la garganta, pegó un grito.
La cabeza de Theo, morado por el ahogo, y lleno de sangre hizo al chico darle un escalofrío.
—¡Rayos! ¡Qué es esto! es es, una persona. ¡¿Está muerto?!
El joven de cabellos albos, se preguntaba si estaba muerto, pues lo parecía.
Sin dudarlo, le quitó la mordaza, luego, le quitó la venda en los ojos.
Cuando lo hizo, se dio cuenta que uno de sus ojos sangraba mucho.
—¡Yai! ¡Esto está fatal! ¡Ay y ahora! ¿Qué hago?
De repente se acordó de los primeros auxilios que había aprendido hace tiempo.
Lo sacó del costal, y lo trató de sentar, recostándolo a un costado de los trastos.
Saco el agua oxigenada que el joven tenía, y unos trapos que llevaba.
Abrió una cantimplora de agua y le limpió el ojo que sangraba.
El joven se dio cuenta que el ojo derecho, estaba en muy mala condición.
Le limpió la cara y le curó las heridas en el rostro.
El joven se dio cuenta, que el cuerpo volvía en sí, y empezaba a respirar.
De repente, de un momento a otro, Theo volvió en sí mismo, tosiendo sin parar y en uno de esos, escupió sangre.
El joven de cabellos albos, se quedó impactado, al ver eso.
Y de repente Theo empezó a quejarse de su cuerpo adolorido.
Sorprendido el joven de las botellas le dijo.
—¡Oye!, ¡estás bien!, Aunque viéndote así no lo creo.
Theo tosía y se quejaba del dolor.
De repente, lo miro y se quedó estupefacto.
—¿Quién eres? —le dijo Theo.
—Oye eso mismo te iba a preguntar a ti, ¿quién eres tú?, ¿Qué te ha sucedido?, ¡te he encontrado buscando plásticos!.
Estabas metido y amordazado en un costal de basura. Pensé que en ese costal habían cosas curiosas..uhmm, pero… ¡no!, te hallé casi muerto, pues si no me aventuraba a venir por aquí, ¡casi nunca vengo por acá!, otra sería la historia ¿¡Que es todo esto!? —dijo el joven recolector, muy atónito y asustado.
Theo miró a su alrededor, en efecto estaba vivo. Recordó al bandido Jack y a su pandilla, y apretó su puño pensando en él.
Y molesto gruño.
El chico recolector, lo miró atontado y le dijo
—¿Qué te pasa?
—Bueno es una historia, con un maleante ¡me la pagará caro!. —dijo Theo tocándose la cara.
—¡Iiihhhh! ¡rayos! Eso no me gusta para nada. ¿Por esto te sucedió esto? —dijo el chico de cabellos albos muy sorprendido.
—Bueno así es, pero descuida no pasa nada. —Theo sentenció y trató de pararse, pero le dolían las piernas al levantarse y chilló de dolor al hacerlo. —¡caramba como duele!
El joven Theo, chillo de dolor y trató de ponerse de pie sosteniéndose en un trasto metálico cercano.
—¡Oh cielos!, por lo visto me parece que no puedes caminar, déjame ayudarte viejo. —dijo el chico recolector.
—En serio...Serías muy grato con esto. Gracias. —dijo Theo
El muchacho de los plásticos, le ayudó al joven Theo a levantarse. Puesto que necesitaba ayuda para caminar.
Theo se tocaba el ojo derecho, pues estaba hecho una pelota por los golpes.
—¡Rayos!, esto no me puede estar pasando. Disculpa más bien en que tenga que molestarte.
—Si que pasa —dijo el joven recolector extrañado.
—Por favor, me puedes ayudar a subir y tomar un taxi. Será generoso por mi parte darte algo de dinero por tu ayuda. —dijo Theo apoyándose, sin fuerzas al joven de pelos albos.
El joven recolector soportado su peso, sopló aire ya un poco cansado por el trabajo de hoy.
—Está bien...donde vives viejo, para llevarte.
—Vivo en la urbanización de Palomas. —dijo Theo
—¡Oh!, de acuerdo. Te llevo. —dijo el joven recolector.
—Disculpa un poco la molestia, gracias. —dijo Theo adolorido
—Está bien, no hay por qué. —respondió el chico recolector.
El joven de pelos albos, se volvió y miró su gran paquete de botellas de plástico que estaba a un costado en el suelo. ¡Era el trabajo de un día!. Y en sus ojos grises sintió una pesadez y tristeza. Su esfuerzo por una ayuda. No había otra cosa que hacer. Así que suspiro un poco. Simplemente cerró los ojos y avanzó junto con Theo.
—Y por cierto, ¿Cómo te llamas?. —dijo Theo adolorido
El joven de cabellos albos, le dijo muy contento.
—Mi nombre es Yahora, soy recolector de plásticos…, mucho gusto.
—Theo, para servirte. —dijo el joven sentenciando, mientras caminaba apoyándose con Yahora el chico recolector.
Cuando subían, unas escalinatas para ir a la avenida, Yahora dijo.
—Sabes una cosa, esto es un milagro, nunca me había pasado, ¡Qué cosa más rara! —dijo el chico de cabellos albos.
Theo subía adolorido, mientras escuchaba al joven que le ayudaba.
—Porque dices ¿un milagro? —preguntó Theo adolorido.
—Bueno, he encontrado ratas, perros y gatos, tanto vivos como muertos en la basura.
¡Pero nunca un ser humano entre ellos!
—¡Ohh! Jajaja, vaya qué conclusión —se río Theo de las cosas que decía.
Detrás de ellos, el sol del atardecer se cernía, rayando de un color cálido la atmósfera, mientras Theo avanzaba, su rosario brillaba por el reflejo de la luz.
—Es la primera vez que me sucede esto ¡Qué significado tendrá esto para el universo! ¡ohhh!—dijo Yahora suavemente, como pensando muy determinado de lo que decía, Theo solo pensaba las cosas que iban a pasar, cuando se entere de todo esto su mamá.
Cuando llegaron a la avenida, una carretilla sucia y vieja esperaba allí.
Llena de ciertos trastos y botellas se mostraba brillante para el joven Yahora.
—¡Oye viejo! ¡no te preocupes por el taxi! ¡Que yo te llevo!
—¿Cómo? ¿Qué dices? ¿pero en donde?
—En mi carro especial….
Theo de repente alzó los ojos en su carreta de trastos y se quedó absorto con la boca abierta.
—En tu que… ¡ay!¡Cielos! ¡pero…! ¡Con eso! ¡No crees que estamos algo lejos de aquí!
—Mira, ¡conozco cómo ir hacia allí rápidamente! Se tomar muchas rutas para llegar a diferentes partes de la ciudad. Oye… ¡Déjame ayudarte! Guarda tu dinero.
—Oh vaya, está bien…. de acuerdo, como sea.
Yahora ayudo al joven caminante a subir, mientras Theo se quedaba absorto alrededor de ciertos trastos.
—¡Agarrate tio! ¡Que nos damos un pequeño viaje!
—¡Vale! Está bien…¡solo hazlo rápido! —dijo Theo algo adolorido y extrañado, sentado en aquella carretilla de trastos del joven Yahora
—¡Allá vamos! ¡Hacia palomas! —exclamó el joven de pelos albos.
Yahora manejó su carretilla, canturreando una canción y silbando muy contento, al lado de ellos muchos autos y carros pasaban mirando al joven del triciclo con el joven Theo sentado entre los trastos.
La gente de la calle se quedó mirando extrañamente esto.
Simplemente Theo adolorido, se quedó en silenció, mientras el sol del atardecer le caía en su rostro y como algunas gaviotas se conjugaban graznando con el canturreo del joven de cabellos albos.