Capítulo 31:Evaluación final – La brecha

Los estandartes de la Academia Mágica Suprema ondeaban con fuerza mientras cientos de estudiantes se reunían en el Gran Coliseo. Era el día de la evaluación final del segundo grado, donde se anunciarían los progresos de todos los alumnos y se premiaría a los más destacados.

La voz del director retumbó por todo el lugar:

—Este año ha sido uno de los más intensos que la academia recuerda. Y los resultados… reflejan esa dureza.

Uno a uno, los nombres fueron apareciendo en las pantallas flotantes que rodeaban el Coliseo. Los alumnos contenían el aliento.

Puesto 2 en nivel: Liana – Nivel 76.

Hubo murmullos de asombro. No solo era el segundo mayor nivel, sino que todos sabían que su magia de naturaleza ya rivalizaba con la de algunos profesores.

Liana bajó la mirada, algo avergonzada por los aplausos, aunque su corazón estaba distraído… pensaba en Ares.

Puesto 5: Tony – Nivel 65.

El elfo recién llegado había superado a casi todos con apenas unos meses en la academia. Su serenidad, su control de la tierra, y su aura noble ya lo hacían destacar. Liana no pudo evitar mirarlo y sonreír.

Puesto 12: Dana – Nivel 59.

Aunque no estaba entre los primeros, el reconocimiento a su talento con la magia eléctrica y la invocación de un fénix legendario bastaban para que todos la respetaran. Su mirada, sin embargo, no buscaba aplausos: buscaba a Ares.

Puesto 34: Ares – Nivel 47.

Un silencio incómodo recorrió las gradas. Algunos alumnos se sorprendieron. Otros rieron por lo bajo. ¿Cómo podía el alumno que derrotó a más de 500 monstruos estar tan bajo? Nadie sabía que Ares había perdido tiempo tratando de dominar algo que no comprendía completamente… su fuego azul.

Ares apretó los dientes. Lo sabía. Estaba lejos. Muy lejos.

Y entonces, el número 1 apareció.

Puesto 1: Agust – Nivel 85.

Una ovación rugió. El príncipe, el mago prodigio, el arrogante... estaba en la cima.

Agust no sonrió. Se limitó a mirar a Ares. No con desprecio… sino con una intensidad extraña. Como si reconociera en él una amenaza dormida. Una promesa futura.

—No te quedes atrás, Ares… —susurró, para sí mismo.

Mientras el público celebraba y los profesores entregaban reconocimientos, Ares miró sus manos. Sentía la distancia. El peso de su debilidad. Pero en sus ojos… ardía una determinación cada vez más azul.

---

Interludio: Las vacaciones antes del tercer grado

Tras la evaluación final, los alumnos fueron liberados por unas semanas para recuperar energías, fortalecer vínculos y seguir creciendo... a su manera.

Liana decidió alejarse del bullicio de la capital y explorar los frondosos bosques cercanos. Allí, rodeada de naturaleza pura, perfeccionó aún más su vínculo con los elementos. Lejos de todos, pero no de sus pensamientos… especialmente de Ares.

Tony, con su actitud abierta y relajada, aprovechó el receso para hacer nuevos amigos entre los humanos. Como elfo criado entre los suyos, esta nueva convivencia le era estimulante. Su carisma natural lo hacía destacar sin siquiera intentarlo.

Dana, por su parte, fue llamada de inmediato por su familia noble. Asistió a reuniones, banquetes y ceremonias como la heredera que era. A pesar de ello, su mente volvía una y otra vez al recuerdo de Ares salvándola… y al extraño calor que le había dejado en el pecho.

Y entonces estaban ellos dos: Ares y Agust.

El destino, o quizás el deseo mutuo de superarse, los llevó a entrenar juntos durante esas semanas. No más rivalidad ciega, no más desprecio. Solo sudor, gritos, hechizos… y respeto.

La sorpresa llegó durante uno de esos entrenamientos.

Ares, por primera vez en su vida, logró invocar y mantener una única llama de fuego azul. Pequeña. Inestable. Pero real.

Agust, con una sonrisa sincera y sin arrogancia, le dio una palmada en el hombro.

—Hace dos años no podías ni mirarla sin que se descontrolara… ahora es tuya.

Y en el fuego de ese momento, nació una amistad inesperada… y un nuevo punto de partida.