Capítulo 24: El Bosque, la Carne y el Secreto Debajo

El sueño le apretó la garganta como una serpiente.

Lily se retorció en la paja, sus extremidades enredadas en la delgada manta mientras las manos fantasmales de su padre le arañaban la espalda. En el sueño, era una niña otra vez —silenciosa, aterrorizada, sangrando.

La risa de su hermano resonaba detrás de él, una muestra de crueldad que era abrumadora. El sonido del látigo resonó con fuerza. La sensación de la piedra fría contra sus rodillas.

Su voz, baja y despiadada: «Ni siquiera vales la pena del dolor».

Despertó sobresaltada, empapada en sudor, con la respiración atrapada en algún punto entre un grito y un sollozo. Su pecho se agitaba. Sus muñecas dolían como si aún estuvieran atadas. La luz de la luna atravesaba las rendijas de la choza como cuchillas plateadas, y el aire nocturno en el interior era sofocante.