—Sí —respondió Zayn, con voz baja y grave. Sus ojos se oscurecieron mientras los recuerdos regresaban.
—Estas cicatrices son de años de tortura. Tu padre y tu hermano se aseguraron de que siempre recordara quién estaba al mando.
Los ojos de Lily se agrandaron. Miró fijamente las líneas elevadas que se entrecruzaban en su brazo.
—El dolor físico no fue nada comparado con lo que vino después —continuó Zayn, apretando la mandíbula—. Los gritos de los demás —mi gente— resuenan en mi cabeza noche tras noche.
Escenas de pesadilla de tortura y gritos se repetían en la mente de Zayn. No necesitaba cerrar los ojos para verlo. Sus expresiones contorsionadas y gritos desgarradores estaban grabados en su cerebro. Cerró los ojos con fuerza, deseando que desaparecieran, pero en su lugar se volvieron más claros.
—Solía verlos todo el tiempo. No importaba si estaba dormido o despierto. Era lo mismo. Entonces...