Las Horquillas Malditas de la Reina

Los ojos de Leah se abrieron de par en par por la sorpresa ante esas palabras.

El Norte Abandonado.

Una de las regiones más frías del Reino de Noctvaris. Era un lugar utilizado para exiliar a criminales que habían cometido delitos graves. Sus crímenes no eran lo suficientemente severos para la ejecución, pero aún merecían castigo.

La gente lo llamaba el Desierto Nevado de Redención, pero en el fondo, todos conocían la verdad. Vivir en la Región Norte era peor que la muerte.

Leah apretó los dientes, con la mirada furiosa fija en Primrose. —¡Maldita! —De repente se abalanzó hacia adelante y extendió sus afiladas garras desde sus dedos.

Apuntó al rostro de Primrose, pero antes de que pudiera hacerle un solo rasguño, los soldados ya habían desenvainado sus espadas y las presionaron cerca de su garganta.

—Dama Leah —resonó la voz de un soldado—. Muévase un centímetro más, y no vivirá para lamentarlo.