Eira pasó su mañana explorando la ciudad, visitando varios lugares y disfrutando de un poco de diversión en solitario. Cuando llegó la tarde, estaba sentada en un acogedor restaurante en un concurrido centro comercial, saboreando su comida cuando su teléfono vibró. El nombre de Jania apareció en la pantalla.
Contestó con naturalidad.
—¿Hola?
—¿Dónde estás? ¿Estás ocupada? —el tono de Jania era directo.
—No, estoy en un restaurante en el centro comercial. No estoy ocupada. ¿Por qué?
—Los resultados del ADN están listos.
Eira parpadeó, un poco sorprendida.
—¿Ya? Eso fue rápido. Pero... ¿Realmente necesito ir?
Hubo una pausa antes de que Jania respondiera, suspicaz.
—¿Qué pasa con ese tono? ¿No acabas de decir que no estabas ocupada?
—No lo estoy, y solo pregunté, ¿de acuerdo? —admitió Eira, poniendo los ojos en blanco—. Simplemente no le veo el sentido ya que ya sé lo que dirán los resultados.
La voz de Jania se volvió más incisiva.