Eira se despertó con el sonido de su teléfono sonando. Gimiendo suavemente, extendió la mano hacia la mesita de noche, lo recogió y entrecerró los ojos mirando la pantalla.
7:08 PM.
Su mirada se desplazó hacia el nombre que parpadeaba en la pantalla—Jania.
Con un suspiro, se recostó contra el cabecero y contestó.
—Hola —la voz de Jania sonó, enérgica pero teñida de preocupación—. Reed me contó lo que pasó. Te llamé antes, pero no contestaste. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. Solo tomé una siesta —Eira se frotó las sienes, con voz firme—. ¿Recibiste lo que le pedí a Reed que te entregara?
El suspiro de Jania llegó desde el otro lado.
—Sí, lo recibí. Y interrogué al cautivo que Reed trajo.
Eira se enderezó, agudizando su concentración.
—¿Y? ¿Qué averiguaste?
—Afirma que no iban tras de ti o los Dellinger.
Eira frunció el ceño.
—Entonces, ¿quién...?
—Cyran Carver —interrumpió Jania, con tono sombrío—. Iban tras él.
—¿Qué? ¿Por qué?