La noche envolvía la ciudad de Nueva York en su abrazo de terciopelo, el cielo oscuro y salpicado de estrellas como diamantes esparcidos. El leve zumbido del tráfico pulsaba en la distancia, un telón de fondo para la quietud del momento. Ephyra estaba de pie en el balcón de su ático, apoyada contra la barandilla. Una mano sujetaba un montón de papeles, mientras la otra sostenía una copa de vino. Vestida con pijamas de seda, su cabello despeinado, parecía cualquier cosa menos relajada mientras su mirada vagaba por la vasta extensión de la ciudad.
Tomó un lento sorbo de vino, sus ojos desviándose hacia los papeles. Un suspiro silencioso escapó de sus labios mientras cerraba brevemente los ojos, centrándose. Cuando los abrió, una chispa de determinación reemplazó el cansancio. Enderezando su postura, se dio la vuelta y entró en el ático, con el aire nocturno siguiéndola.