Espejo

Roanoke aplaudió, absolutamente encantado.

—¡Ah! ¡Ahí está! ¡La vieja magia reconoce a la nueva!

Empujó el llamativo regalo envuelto en oro hacia ellos.

—¡Ahora, mi regalo! ¡Para mi única hija... finalmente está donde pertenece!

Kieran no se movió ni reaccionó.

Lyla se tocó el cuello, sus dedos se mancharon de rojo. Aun así, no dijo nada.

Pero sus ojos... finalmente se dirigieron hacia él.

Y en ellos, vio... ¿lástima?

Tal vez ella lo veía tal como era ahora que estaban conectados... lo veía por quien realmente era.

El Alfa. El líder. El monstruo que había destrozado el único corazón que había jurado proteger.

—Estás sufriendo —susurró ella, tan bajo que solo él podía oírla.

La burla de Kieran fue algo roto.

—No sabes ni la mitad.

Roanoke le metió el regalo en los brazos.

—¡Ábrelo! ¡Será un símbolo de vuestra unión!

Mecánicamente, Kieran rasgó el envoltorio.

Dentro había un espejo.

Pero no parecía normal... o quizás él no se sentía normal en ese momento.