Sorpresa

Otoño despertó con una sacudida violenta, su respiración atrapada en la garganta. Oscuridad. Oscuridad absoluta.

No la oscuridad suave y reconfortante del crepúsculo... sino una negrura espesa y sofocante que se adhería a su piel como alquitrán. Su cabeza palpitaba, sus pensamientos lentos, como si nadara a través de melaza.

Una oscuridad tan fría y completa que se tragaba cada susurro de sonido, cada destello de luz.

Su corazón golpeaba contra su caja torácica como si intentara abrirse paso a zarpazos.

Parpadeó con fuerza.

Seguía sin ver nada.

—¿Dax? —graznó.

Sin respuesta.

Su voz hizo eco, rebotando con un vacío hueco que le heló la sangre.

—¿Dónde... se fue? —Se sentó... o intentó hacerlo. Su cuerpo protestó, temblando, débil. Sus dedos rasparon contra la piedra... y solo entonces se dio cuenta de que seguía en el altar.

—¿Alfa Malrick? —intentó de nuevo, más fuerte esta vez—. ¿Hola? ¿Alguien? ¿Dónde se han ido todos?

Silencio.