Capítulo 115 - Heridas tiernas, preguntas atrevidas
Me mordí el labio para ahogar un gemido mientras el médico retiraba la última aguja de mi rodilla. A pesar de la reconfortante presencia de Damien detrás de mí, el dolor era insoportable. El tratamiento había durado lo que parecieron horas, y al final, no pude contenerme más. Una lágrima resbaló por mi mejilla, seguida de otra.
—Casi terminamos —dijo el médico con suavidad.
Los brazos de Damien se estrecharon a mi alrededor. —Respira, Hazel —susurró, sus labios rozando mi oreja—. Solo un poco más.
Cuando finalmente sacaron la última aguja, dejé escapar un sollozo ahogado y volteé mi rostro hacia el pecho de Damien. Su mano subió para acunar mi cabeza mientras yo lloraba silenciosamente contra él.
—Está bien —murmuró, acariciando mi cabello—. Lo hiciste muy bien.