—Te equivocas, Hazel. Tú eres la intrusa —la voz de Ivy se volvió venenosa—. Siempre lo has sido.
Mi agarre se tensó en el teléfono.
—¿De qué estás hablando?
—¿De verdad creíste que Alistair alguna vez te amó? —se rio, un sonido agudo y cortante—. La que no es amada siempre es la intrusa. Esa eres tú, no yo.
Me esforcé por mantener mi respiración uniforme.
—Pon a Alistair al teléfono. Ahora.
—No. No creo que lo haga. —su voz goteaba malicia—. ¿Sabes cuál es tu problema, Hazel? Nunca entendiste cuál era tu lugar. Siempre intentabas robar lo que me pertenecía.
—Qué irónico viniendo de ti. —no pude contener la risa amarga que escapó de mis labios—. Tomaste mi vestido de novia, mi prometido...
—¡Nunca fueron tuyos para empezar! —la voz de Ivy se elevó—. Alistair siempre estuvo destinado a estar conmigo. Tú solo lo mantenías caliente hasta que yo lo necesitara.
Mi mano temblaba de ira.