La Inesperada Pregunta de la Matriarca

La presencia de Sebastián llenaba la habitación, captando la atención sin esfuerzo. Se acercó con pasos medidos, sus ojos nunca abandonando los míos.

—Madre, veo que ya conociste a la Sra. Shaw —dijo, con voz profunda y controlada.

La Sra. Sinclair sonrió cálidamente. —Solo estábamos conociéndonos.

Me esforcé por mantener la compostura. El parecido entre madre e hijo era sorprendente—los mismos ojos oscuros y penetrantes, la mandíbula orgullosa, incluso ciertos gestos. Pero algo más me inquietaba, como un sueño medio olvidado.

—Sr. Sinclair —lo saludé con una leve inclinación de cabeza, tratando de parecer profesional a pesar de mi confusión.

—Espero que mi madre no te haya abrumado —dijo, con un toque de preocupación en su voz.

La Sra. Sinclair se rio. —No seas ridículo, Sebastián. La Srta. Shaw y yo nos estamos llevando maravillosamente.

Uno de los empleados apareció en la puerta. —Sra. Sinclair, los otros invitados están listos en la sala de estar del este.