La Demanda de Cincuenta Millones

Mis manos temblaban mientras aferraba mi teléfono. La notificación de llamada perdida de Sebastián me miraba fijamente, pero las acusaciones de Weihao todavía resonaban en mis oídos. No podía enfrentar a Sebastián en este momento.

La puerta de mi oficina volvió a crujir al abrirse. Me estremecí, esperando otra ronda de ira de Weihao, pero era solo mi asistente.

—Srta. Shaw, su primo Kevin está aquí para verla. Parece alterado.

¿Otro primo? Mi corazón se hundió aún más. —Hazlo pasar.

Kevin irrumpió, su rostro una máscara de furia apenas contenida. A diferencia de la ira explosiva de Weihao, la de Kevin era fría y calculada. Sus ojos se fijaron en los míos mientras se acercaba a mi escritorio.

—Supongo que ya te has enterado de lo de la Tía Mei —pregunté, preparándome.

—Esto no es sobre la Tía Mei. —Su voz estaba estrictamente controlada—. Es sobre mi madre.

Parpadeé confundida. —¿Vera? ¿Qué pasa con ella?