Una interrupción inoportuna

Me quedé paralizada, mirando al hombre que había destruido mi vida seis meses atrás. La sonrisa de Alistair flaqueó bajo mi gélida mirada.

—Necesitas irte —mi voz era lo suficientemente afilada como para cortar vidrio.

—Hazel, por favor. Solo cinco minutos —levantó una pequeña caja de pastel con su mano libre—. Recordé tu favorito: terciopelo rojo.

—Qué considerado —escupí—. Lástima que no recordaras tus votos matrimoniales.

Abuela colocó su mano en mi hombro. Su toque era suave, pero podía sentir su tensión.

—Sr. Everett —dijo con forzada cortesía—, esta es una reunión familiar privada.

Alistair entró aún más en el apartamento, con ojos suplicantes.

—Sra. Lancaster, sé que he cometido errores terribles. Solo quiero una oportunidad para arreglar las cosas.

—¿Arruinando mi fiesta de cumpleaños? —crucé los brazos—. ¿Dónde está tu esposa con cáncer? ¿No deberías estar cumpliendo sus últimos deseos?

Su rostro se desmoronó.