Lo Que Pasó Esa Noche

El punto de vista de Hazel

El reloj brillaba en la mano extendida de Sebastián, su cara costosa reflejando la luz. Mi respiración se detuvo en mi garganta cuando el reconocimiento me invadió.

—Lo dejaste en mi apartamento —explicó Sebastián, con voz serena—. Te lo quité cuando te estaba ayudando a limpiarte después de que te enfermaste. Debí olvidar tomarlo cuando me fui.

La mortificación me golpeó en oleadas. La imagen mental de Sebastián Sinclair—multimillonario, magnate empresarial, el hombre que había estado acechando mis pensamientos—limpiando mi vómito era casi demasiado para soportar.

—Habría llamado antes, pero... —dudó, su habitual confianza vacilando—. No estaba seguro si pensarías que estaba inventando una excusa para verte.

La sinceridad en sus ojos me golpeó como un golpe físico. Después de todo lo que le había acusado, estaba preocupado por cómo podría interpretar sus intenciones. La culpa se retorció en mi estómago, aguda e insistente.