El punto de vista de Hazel
Me senté frente a Tanya en el bullicioso café, observando cómo su rostro se retorcía con creciente furia. La revelación sobre el verdadero valor del brazalete de jade la había golpeado como un golpe físico. Trescientos millones de dólares, destruidos por los celos de su hija y su propia negligencia. El horror en sus ojos no tenía precio.
—Estás mintiendo —siseó, con sus uñas perfectamente manicuradas clavándose en las palmas de sus manos—. Ese brazalete no podría valer tanto.
Tomé un sorbo pausado de mi chocolate caliente.
—Piensa lo que quieras, Tanya. El jade imperial con procedencia documentada habla por sí mismo.
Sus fosas nasales se dilataron.
—Incluso si fuera valioso, lo cual no creo ni por un segundo, qué conveniente que solo lo menciones ahora, cuando el brazalete lleva mucho tiempo desaparecido y no puede ser verificado.