Las Complicaciones de Alistair

Tarareaba suavemente mientras revisaba los diseños esparcidos sobre mi escritorio. La perspectiva de ver a Sebastián mañana me había puesto de un humor inusualmente bueno. Mis dedos trazaron las líneas de una chaqueta que había bocetado específicamente para él, imaginando cómo la tela complementaría sus anchos hombros.

Mi teléfono vibró, interrumpiendo mi ensoñación. La notificación bancaria mostraba que la transferencia a Sebastián se había realizado con éxito. Diez millones de dólares—una deuda que ya no cargaba. El peso que se levantó de mis hombros fue inmediato.

Apenas había dejado mi teléfono cuando sonó de nuevo. El nombre en la pantalla borró la sonrisa de mi rostro.

Alistair Everett.

Mi pulso se cernió sobre el botón de rechazar. No había hablado con él desde nuestro último desastroso encuentro. Contra mi buen juicio, contesté.

—¿Qué quieres? —mantuve mi voz plana, sin emoción.