## El punto de vista de Hazel
La tarde se alargaba, con archivos esparcidos por la mesa de conferencias como un mar de papel. Mi dolor de cabeza relacionado con el golpe se había convertido en una pulsación sorda que intentaba ignorar mientras discutía sobre desfiles de moda pasados con Quentin.
—Creo que hemos cubierto todo por ahora —dijo Quentin, cerrando el último portafolio—. Pero debería tomar esos archivos de proyección de ventas de tu oficina antes de terminar, si te parece bien.
Asentí.
—Por supuesto. Deberían estar sobre el escritorio.
Mientras Quentin desaparecía por el pasillo, me froté las sienes. La lesión que había parecido menor ahora enviaba punzadas agudas por toda mi frente. Había estado tan decidida a huir de Sebastián que no me había dado cuenta de lo fuerte que me había golpeado la cabeza.
Quentin regresó momentos después con una carpeta, pero se detuvo en la puerta, mirándome con preocupación.
—Tu frente se ve peor.