La Declaración del Pretendiente Paciente

—Hazel Shaw.

Me quedé paralizada en la puerta, con el corazón latiéndome en el pecho. Había algo diferente en la voz de Sebastián —una determinación que no había estado allí antes.

—¿Sí? —logré responder, mi mano aún agarrando la puerta del coche.

Sebastián se desabrochó el cinturón de seguridad y salió, caminando hacia mi lado del coche. Su alta figura se erguía contra el cielo gris de invierno, con copos de nieve atrapados en su cabello oscuro.

—Me gustas —dijo simplemente.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire entre nosotros, tan tangibles como la nieve que caía. Parpadee, segura de que había escuchado mal.

—¿Qué?

—Me gustas —repitió Sebastián, su voz clara y firme—. Y estoy dispuesto a esperarte años si es necesario.