Un Abrazo Calculado

El coche se alejó de la entrada del hotel, dejando a Cora saludando en la acera. Con ella fuera, la atmósfera en el vehículo cambió. Sebastián se movió al asiento trasero, deslizándose a mi lado con gracia casual.

—Por fin solos —murmuró, con voz lo suficientemente baja para que el conductor no pudiera oír.

Me moví nerviosamente, creando distancia entre nosotros. —Eso no es necesario.

—¿Qué no lo es? —Sebastián levantó una ceja, pareciendo divertido.

—Moverte aquí atrás. El asiento delantero estaba perfectamente bien.

Sus labios se curvaron en una sonrisa. —¿Te pongo nerviosa, Hazel?

El calor subió a mi rostro. —No seas ridículo.

—Estás sonrojándote —observó, sus ojos siguiendo el color que se extendía por mis mejillas.

Me volví hacia la ventana. —Hace calor aquí dentro.

Sebastián se rio, el rico sonido envolviéndome. —Si tú lo dices.