La ansiedad que me anudaba el estómago no me dejaba dormir bien. Me revolví inquieta, entrando y saliendo de sueños angustiosos donde siempre estaba corriendo pero nunca lo suficientemente rápido. Cada vez que despertaba, miraba por la ventana. Todavía oscuro. Aún faltaban horas para que Liam llegara.
Un crujido de mi puerta me hizo incorporarme de golpe.
—¿Liam? —susurré, esperanzada.
La puerta se abrió lentamente, pero no era el rostro de Liam el que apareció en la abertura. Mi corazón se hundió como una piedra.
Julian.
—Hola, Haze —dijo, con voz de ronroneo mientras se deslizaba en mi habitación y cerraba la puerta tras él.
Todo mi cuerpo se puso rígido. —¿Qué haces aquí?
Se movió hacia mí con la confianza de alguien que todavía creía que poseía el espacio—y a mí. —Necesitaba verte.
—Vete. —Las palabras salieron entre dientes apretados.