Lenaleia

Durante seis años, fui Hazel, novia del futuro Alfa, Julian. Pensé que teníamos la eternidad, un lugar preciado en nuestra manada de lobos, incluso siendo humana. Entonces la noche de la Cacería de Pareja me lo arrebató todo. Desperté perdida en el bosque, solo para encontrar a Julian con ella – su verdadera pareja destinada. Sus palabras me golpearon más fuerte que el suelo del bosque: yo era solo una 'sustituta'. Seis años juntos, y me desechó, sus dedos marcando mi garganta mientras gruñía que yo no significaba nada. Mi mundo, mi corazón – destrozados.

Abandonda para morir, congelada y herida, un tipo diferente de depredador me encontró. Un colosal lobo negro, ojos brillando dorados, lo suficientemente grande para tragarme entera. Pero en lugar de despedazarme, se enroscó a mi alrededor, un cálido y aterrador escudo contra el frío mordiente. Por un momento, me sentí segura.

Esa seguridad se desvaneció cuando mi manada, mi familia, nos encontró. El Alfa que me crió, Maxen, no vio a una sobreviviente. Vio una decepción. Resulta que solo me había acogido con la esperanza de que mágicamente me convirtiera en una mujer lobo como mi madre – la pareja destinada que lo había rechazado. Cuando no pude transformarme, me expulsó, marcándome como una omega, el saco de boxeo de la manada.

Ahora, soy menos que nada, sobreviviendo con sobras y soportando su crueldad. Lo que ellos no saben, lo que yo no sé, es que mi monstruoso protector no es un renegado ordinario. Es Lykos, el lobo de Kael, el Rey Licano. Y Lykos ha decidido que soy su pareja destinada – una humana. Kael está furioso, pero su lobo tiene voluntad propia, arrastrando al Rey mismo hacia mi abusiva manada.

Mi antigua vida ha terminado. Mi único aliado es una criatura de leyenda. Y el Licano más temido de la existencia está en camino. ¿Viene a salvarme, o es la llegada del Rey solo otra pesadilla a punto de comenzar?

La Maldición de un Rey, El Reclamo de un Lobo

Le devolví el teléfono a Orion, mi breve destello de esperanza extinguido. Sin números memorizados, el dispositivo era inútil para mí. Mi conexión con el mundo exterior, con un posible rescate, sofocada por mi propia dependencia moderna.


—Lo siento —murmuró Orion, guardando el antiguo teléfono plegable. Sus ojos mostraban algo que podría haber sido lástima.


Me encogí de hombros, tratando de ocultar mi decepción. —Valía la pena intentarlo.


Antes de que pudiera retirarme a mi rincón de la cueva, Orion me empujó a Pip. Automáticamente tomé a la pequeña, acomodándola en mi cadera.


—Vigílalos —dijo con brusquedad—. Necesito revisar el perímetro.


Mientras se alejaba, sucedió algo que hizo que mi cerebro entrara en cortocircuito. El cabello rizado de Pip se separó, revelando dos pequeñas orejas de gato que se movían.


No eran orejas de conejo esta vez. Eran orejas de gato.


Capítulo 82 - Transformaciones Imposibles