Mirando fijamente al tigre, Mu Can no pudo evitar tensarse por dentro.
Aunque el Rey Mono podría no ser la herramienta más afilada del cobertizo, su verdadera fuerza era innegable, un genuino nivel de poder de Venerado Marcial. Ahora, derribado frente a este tigre en solo unos pocos movimientos, yacía allí como un perro muerto.
Mu Can había pensado originalmente que el Rey Mono estaba tan emocionado por vengarse porque confiaba en sus habilidades, y que todo lo que tenía que hacer era ayudar un poco. ¿Quién podría haber imaginado que terminaría así?
—Pequeño tigre, debes tener un nombre, ¿verdad? Y acabas de decir que eres vegetariano? No creo ni por un segundo que un tigre sea vegetariano —los ojos de Mu Can parpadearon, se le ocurrió una idea.
—Un tigre nunca cambia sus rayas ni su nombre cuando se sienta, Tigre Empobrecido, eso es lo que soy.