Los siguientes días pasaron en un abrir y cerrar de ojos para Leo, ya que pasó la mayor parte de su tiempo libre perfeccionando las dos nuevas habilidades que había adquirido, mientras también se preparaba para los exámenes finales que se avecinaban.
Era la última apariencia de paz —el tramo final de rutina y orden— que experimentaría durante mucho tiempo.
Y así, aprovechó al máximo cada día, entrenando con silenciosa determinación, plenamente consciente de que la vida que le esperaba más allá de Rodova no sería nada menos que caos.
Desafortunadamente, Su Yang continuó evitándolo durante este período, manteniendo la fría distancia que había establecido entre ellos.
La noticia de su desacuerdo se extendió rápidamente por todo el campus, ya que dado lo inseparables que habían sido los dos antes, su repentino distanciamiento se convirtió en el tema de conversación de todos, pero Leo prestó poca atención a tales rumores.
En solo unos días más, se habría ido de Rodova para siempre.