Leo abandonó la guía de Mu Fan a mitad de su escape, sintiéndose convencido de que no la necesitaba.
Creía que sabía más.
Creía que seguía siendo intocable.
En su mente, seguía siendo «El Jefe» —el jugador más fuerte en el sistema, el rey entre los hombres.
Pero esa ilusión que tenía sobre su poder estaba a punto de hacerse añicos, ya que en el mundo real, un guerrero de rango «Maestro» apenas era un punto insignificante en la escala de poder.
Nada más que un carroñero y un plebeyo.
Sin embargo, cegado por la arrogancia y la confianza narcisista en sí mismo, Leo marchó de regreso hacia la Nave Arca, determinado a salvaguardar los intereses de su familia... solo para ser interceptado y arrestado antes de que pudiera llegar a la mitad del camino.
Las autoridades locales no solo lo aprehendieron. Hicieron un ejemplo de él, golpeándolo, burlándose y torturándolo como a un criminal cuyo orgullo excedía por mucho su valor.