El marido de la mujer observaba atentamente desde un lado e involuntariamente dio un paso adelante.
—¿Sientes algo? —preguntó el hombre.
La mujer asintió con cuidado y cautela, temerosa de que sus pensamientos más genuinos quedaran expuestos a los extraños.
El único extraño en la sala de tratamiento era Zhang Hao.
Sin embargo, Zhang Hao estaba demasiado ocupado en ese momento para observar la expresión de la paciente, sus manos amasando suavemente y girando lentamente entre sus piernas.
También tenía que prestar constante atención a la presión; demasiado ligera y no tendría efecto, demasiado fuerte y podría causar dolor fácilmente.
Sin embargo, la zona frontal de la mujer, especialmente su clítoris, era la más sensible y no requería una estimulación demasiado intensa para provocar sensaciones maravillosas.
La vagina que estaba algo seca hace unos minutos comenzó a humedecerse bajo los diligentes esfuerzos de Zhang Hao.